Desde hace milenios la naturaleza nos proporciona una clase magistral de medicina terapéutica y cosmética en las arcillas. El sol, el agua, el viento y la tierra nos ayudan a neutralizar una inflamación o una infección, a cicatrizar una herida o a movilizar las toxinas acumuladas. La arcilla es la combinación de tierra y agua en la que no crece un organismo vegetal. Sin embargo, pese a su simplicidad, la tierra es capaz de transformar los desechos de la materia orgánica en una nueva forma de vida. ¿Te imaginas todo lo que las arcillas pueden ofrecerte?
El secreto de la geoterapia
La arcilla consta de calcio, sílice y magnesio, siendo estos 3 sus principales ingredientes y los responsables de su poder antiinflamatorio, cicatrizante, relajante, reparador y depurativo. El calcio es sobradamente conocido por su contribución en la prevención de la osteoporosis y la anemia. Así mismo, es indispensable para la correcta coagulación de la sangre, mitiga la fatiga y las afecciones respiratorias.
El sílice, por su parte, favorece la recuperación de los esguinces, fracturas o dolencias articulares como la artrosis. Fortalece las fibras elásticas de la piel dotándola de flexibilidad y tersura. El magnesio es un mineral catalítico, drenante, antiséptico y regenerador.
Además de fortalecer las defensas, facilita la eliminación de los trombos.
¿Sabes que tanto como su coloración, la temperatura a la que se manipulan determina los resultados que se vayan a obtener? Para que me entiendas mejor, mientras que la arcilla caliente actúa como analgésico y descongestionante, la arcilla fría activa la circulación inyectando energía eléctrica, magnética y solar a las células.
Por este motivo, es idóneo para regenerar los tejidos y órganos dañados o enfermos.
Otro de los grandes principios activos de las arcillas es su facultad para movilizar y evacuar las toxinas que se esconden tras muchas de las patologías que padecemos. Tras una sesión de geoterapia lo habitual es sentirse peor, será una buena señal, ya que indicará que esos desechos han sido puestos en circulación para expulsarlos.
¿Qué color es el que más me conviene?
La tonalidad de las arcillas obedece a la composición de minerales y oligoelementos de la región o zona a la que pertenecen. Se dice que la reina de las arcillas es la verde, puesto que su estado evolutivo menos avanzado le confiere una mayor cantidad de magnesio, por lo que resulta ideal para remineralizar el cabello graso y las pieles fatigadas, envejecidas o acnéicas. Aplicada en cataplasma te ayudará a rebajar las contusiones.
La arcilla blanca, es la que más aluminio y menos oligoelementos posee. Sin embargo, es muy efectiva si lo que deseas es exfoliar o acelerar el drenaje del sistema linfático en caso de celulitis. Su enorme humectación restaurará las pieles secas y sensibles y cicatrizará más rápido las heridas.
La arcilla roja, por su parte, recibe esta tonalidad por los óxidos de hierro que la componen. Al ser menos absorbente y más grasienta facilitará la desaparación de las rojeces. Es la variedad más recomendable para aliviar hematomas o las manchas originadas por el acúmulo de melanina y hemoglobina.
Recomendaciones caseras
Si tu piel es seca, lo aconsejable es que mezcles la Arcilla verde con salvado de avena, aceite de almendras y unas gotas de caléndula. Si tu piel es, más bien, grasa recurre a la arcilla verde y las algas marinas. Para las pieles mixtas la mezcla de arcilla roja con espirulina en polvo, aceite de almendras y levadura de cerveza contribuirá a llimpiarla y nutrirla en profundidad. Como ves, sus propiedades son muchas y variadas, tantas como sus tonalidades. ¿Con qué color te quedas?