Laura Tauste, una joven que, desde su infancia, fue diagnosticada de fatiga crónica, fibromialgia y sensibilidad química múltiple y, cuya curación fue posible gracias al tratamiento con agua de mar, despierta mi curiosidad, como supongo que la vuestra y, no conforme con su emotivo testimonio, me entrego a la búsqueda de tan magníficas propiedades manifestadas cada vez más por estudiosos y enfermos completamente restablecidos de diversas dolencias. El agua de mar. Un rico elemento del que nos podemos autoabastecer sin que costosos medicamentos pongan precio a nuestra salud.
Si mi abuela, a la que hoy recuerdo como "bruja de conocimiento", hubiera sabido en su día las propiedades del agua de mar, no habría dudado en aplicarla como hacía con nuestros infantiles y frecuentes esguinces, a base de sal y vinagre; elementos con los que, en un abrir y cerrar de ojos, elaboraba una efectiva escayola.
Desnutrición, asma, afecciones de piel, próstata, osteoporosis, artritis, gingivitis, bronquitis, estómago e intestino, sistema nervioso "central e inmune", fatiga crónica, estrés, anorexia, sinusitis y un largo etcétera de patologías, podrían ser tratadas y curadas con agua de mar. Esto ya lo conocían nuestros antepasados muchos siglos atrás pero, ¿a quién debemos que el conocimiento de sus propiedades llegara a nuestros días?
A finales del siglo XIX, principios del XX, el filósofo francés, René Quinton, defendió con pasión el uso terapéutico del agua de mar; ello permitió, ya entonces, la curación del cólera, la desnutrición y la tuberculosis. Quinton observó que el "plasma sanguíneo de los mamíferos" (en los que incluía a humanos) y el agua de mar, existía un gran parecido fisiológico por lo que, y esto es lo más sorprendente, comenzó a sustituir la sangre por agua marina debidamente tratada llegando a curar enfermedades mortales.
Quinton, enfermó de tuberculosis en 1987 y tras leer un texto de Platón, en el que aseguraba haber sanado de una dolencia pulmonar mediante una "cura marina" consistente en la ingestión de agua de mar. Esto fue suficiente para que Quinton lo experimentara en si mismo llegando a curarse por completo de su enfermedad. Tras ello, lo puso en conocimiento de la comunidad científica que, como era de esperar no tardaron en ridiculizar y enfrentarse a Quinton, tachándolo de charlatán.
Casi nada ha cambiado desde entonces. Ocurre hoy con investigadores y estudiosos honestos (Ángel Gracia, Josep Pamyes) que proponen otra manera de pensar y de curar. OMS, multinacionales farmacéuticas y otros estamentos mediáticos que de sobra conocemos, no van a reconocer ni a permitir que nuestra salud resulte gratis; que podamos autoabastecernos sin depender de ellos.
En este caso, los que hemos conocido directamente los beneficios del agua de mar, lo defenderemos a capa y espada. La desnutrición sería erradicada del mundo. Ser autosuficiente es posible. Por nuestra salud que no tiene precio, ¿te animas?