“No me interesa la Política” es sin duda la frase más estúpida que alguien pueda decir.
Semejante afirmación es el reflejo del profundo desconocimiento e incultura que infecta nuestra sociedad, porque pocas cosas afectan tanto a nuestras vidas como la política, desde antes de nacer hasta después de morir.
Mientras estamos en el vientre materno nos afectarán las condiciones laborales de nuestra madre y el sistema de salud que la atiende, cuando nacemos estaremos mejor o peor cuidados dependiendo del grado de conciliación familiar del que disfruten nuestros progenitores, nuestra alimentación será mejor o peor dependiendo de sus salarios, nuestra educación y el acceso a ella dependerá del dinero que se destine a su mantenimiento, nuestra salud dependerá de la cantidad de centros hospitalarios y de la financiación de los mismos, el precio del pan, el de la electricidad, nuestras posibilidades de trabajar, nuestras coberturas sociales, nuestras condiciones laborales, los impuestos que pagamos, nuestra jubilación… y hasta después de morir la manera en que nuestros bienes son repartidos entre nuestros hijos.
Todo, todo tiene que ver con las leyes que se votan en los Parlamentos. La defensa de nuestros derechos sociales y laborales dependerá de quiénes nos representen en los distintos cargos públicos, esos cargos públicos que elegimos nosotros, y si no estamos al corriente de lo que se está haciendo o de lo que se pretende hacer, elegiremos mal. La política no es fútbol, no se trata de los míos o de los tuyos, se trata de hechos y de intenciones.
El desinterés por la política de la población general es precisamente la fuerza del opresor. Los corruptos desean y fomentan precisamente eso, que los ciudadanos dejen en manos de “profesionales” las decisiones fundamentales de qué hacer con el dinero que todos los ciudadanos ingresamos vía impuestos, esa inmensa fortuna que llega a las manos de unos gestores que, tal y como se ha demostrado, si no son controlados se dedican a meterla en sus bolsillos y en el de sus amigotes, a invertirla en lo que a ellos les conviene en lugar de en lo que su pueblo necesita.
La frase “no me interesa la política” es música celestial para los oídos de cualquier sinvergüenza que se dedique a gestionar lo público. Unos sinvergüenzas que se vienen enriqueciendo desde hace generaciones, sólo hay que ver algunos apellidos y darse cuenta de que muchos de ellos, de sus padres y de sus abuelos no han hecho otra cosa más que cobrar sueldos públicos. Y todo esto ocurría gracias a la desidia de la población general. Ya hace más de 2.000 años que el filósofo griego Platón decía: “El precio de desentenderse de la política, es ser gobernado por los peores hombres”. Y eso es precisamente lo que está pasando.
El despertar de la fuerza
Poco tiempo ha hecho falta para que todo salte por los aires.
Con el estallido social llamado 15M que surgió espontáneamente debido al abuso constante y contínuo que se venía ejerciendo por parte de la casta política durante décadas, sumado a la aparición de una nueva fuerza política, representativa de la sociedad real, con miembros de la población general no pertenecientes a la casta de políticos tradicionales, los que sufrían en silencio la corrupción, los que tenían miedo de denunciarla y los testigos del expolio han comenzado a atreverse a tirar de la manta y han empezado a salir a la luz las ratas y las cucarachas que estaban carcomiendo nuestra democracia, y detrás de ellos los perros guardianes que los encubrían, ladrando a los intrusos desde unos medios de comunicación casposos que, a cambio de licencias y de publicidad institucional, participaban del robo encubriendo a los corruptos y difamando a quienes luchaban por cambiar las cosas.
Y ahora nos toca a todos implicarnos en política, hay que dejar de entenderla como esa cosa aburrida y difícil que sólo unos cuantos saben hacer, porque si pensamos así las instituciones se seguirán llenando de oportunistas que sólo buscan medrar y enriquecerse con el dinero de todos. Al resto de ciudadanos sólo nos queda expulsar a estos parásitos y desinfectar las instituciones a través de nuestro voto, pero para eso hay que estar informados y vigilantes con los políticos, y elegir a personas que nos representen a todos en lugar de a mafiosos corruptos que sólo se representan a ellos mismos, a su clase y a los amigotes que se benefician de sus políticas. Hay que estar interesado en que nuestras vidas mejoren, no sólo en sobrevivir.
Por eso “no me interesa la política” es sin duda la frase más estúpida que alguien pueda decir.