¿Qué es lo que ocurrió después del 8 de marzo? La histeria colectiva. De repente, el peligro del Coronavirus apareció de la nada en nuestro país, y todo el mundo a comprar papel higiénico. Es verdad que esta obsesión por aprovisionarse de papel de baño era completamente absurda y, cómo no, aparecieron los primeros memes de la pandemia. Pero cuando esta empezó a mostrar su verdadera cara y a escribir con sangre nombres concretos en partes de defunción, la cosa ya parecía más seria.

Sin embargo, en España somos unos cachondos y nuestro sentido del humor (a veces tan fuera de lugar) tenía que hacer su aparición con “El Capitán a posteriori”, personaje de la famosa serie South Park. Cierto es que muchos, tanto políticos como gente anónima, empezaron a hacer críticas y a dar posibles soluciones, a toro pasado, de lo que se podría haber hecho para evitar esta catástrofe. A esto se le llama sesgo retrospectivo (o a priori, como El Capitán), uno de los sesgos cognitivos más comunes, ya no solo en la vida cotidiana, sino en situaciones como la que nos encontramos.

Los memes son graciosos hasta que la cruda realidad nos hace darnos cuenta de que, a lo mejor, no son tan graciosos

Los sesgos cognitivos se definen como efectos psicológicos que causan una alteración en el procesamiento de la información captada por nuestros sentidos”, generando un juicio e interpretación erróneo, incoherente o ilógico “sobre el fundamento de la información de que disponemos”. Y hay muchos de estos que se están dando hoy en día con la cuestión de la epidemia.

En esta época (y para las futuras) es importante identificar seis sesgos que atacan directamente al intento de informarse por parte de la población. Ya sea por manipulación consciente, dejadez periodística o pura ignorancia, en estos tiempos de incertidumbre, desinformación y escepticismo generalizado, hay que conocer los siguientes sesgos cognitivos: el de efecto arrastre, el de anclaje, el de confirmación, el de falso consenso, el heurístico de disponibilidad y el de punto ciego.

Como ejemplo, a través del hilo de pensamiento de una persona cualquiera, podremos ver (en el orden mencionado) los seis tipos de sesgos: “Mucha gente de mi entorno cree que el Gobierno lo está haciendo mal, será que es así (efecto arrastre). Voy a buscar más información al respecto. Mira, el periódico X ha dicho que es cierto (sesgo de anclaje), voy a seguir buscando (pero solo aquella que apoye mis ideas. Sesgo de confirmación). Voy a mirar en Twitter… Claro, si es que la mayoría opina lo mismo que yo (solo tiene a gente afín a sus ideas. Sesgo del falso consenso). Estos de izquierdas no tienen ni idea, me he informado muy bien (sesgo heurístico de disponibilidad), están cegados porque están llenos de odio y prejuicios, no como yo (sesgo del punto ciego)”.

A los españoles, ya antes de la pandemia, no nos costaba tirarnos trastos a la cabeza los unos a los otros. Este combate entre los de un lado y los de otro hace que algunos se olviden, o no quieran reconocer, que hubo muchos, bastantes profesionales, que alertaron con semanas o meses de antelación lo que iba a ocurrir. Pero todo el mundo se reía. Estos fueron llamados “alarmistas” y “agoreros”, hoy transformados en capitanes a posteriori, pero que realmente son “los malvados Doctores A Priori”, porque tenían razón, pero a nadie le gusta decir que se ha equivocado.

Desgraciadamente " los malvados Doctores A Priori" perdieron la pelea

Y es que personas mediáticas como el presentador Iker Jiménez o Frank Cuesta; hasta gente con un alcance mediático mucho menor, como el biólogo Fernando López-Mirones, ya estaban avisando, allá por enero y febrero, de la que se nos venía encima.

Un ejemplo de sentido común y previsión fue el de los directores de dos centros geriátricos catalanes (Gravi y Sant Pere de Les Fonts), los únicos con cero contagios y muertos por el virus ¿Por qué? Porque, en vez de dejarse influenciar por el “humor” que quitaba importancia al virus, hicieron caso a las advertencias, y en febrero establecieron una política de confinamiento e higiene extrema en dichas residencias. Sus familias, que no se tomaron bien al principio estas medidas, deben haberles puesto en un altar a ellos y todos los profesionales de esos centros que han evitado que sus familiares (el sector de población con más riesgo) estén sanos y en buenas manos.

La excusa del “nadie podía prever esta catástrofe” es mentira, a la vista de los ejemplos ya expuestos, y de que la OMS (hasta cinco veces) y la UE alertaran a España del peligro de la Covid-19 y les recomendaran que compraran material sanitario.

Por supuesto, el Gobierno no hizo ni caso.

España está a salvo si tenemos a expertos como Fernando Simón

El mensaje era “no alarmar a la población”. Y eso hicieron, a través de expertos como Fernando Simón (director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, contagiado por el virus), el cual, semanas y días anteriores al 8 de marzo, hacía declaraciones como “es una simple gripe” y “España no va a tener como mucho más allá de algún caso diagnosticado” o “me sorprende el exceso de preocupación (por el coronavirus)”.

Con toda esta imprevisión por parte del Gobierno, y gracias a la desinformación de los medios de comunicación, muchas personas se han contagiado (y muerto) porque estos solo se reían del virus y de los “alarmistas” ("los malvados Doctores A Priori”), frivolizando sobre el mismo e instigando a la gente a que saliese a la calle. ¿Dónde están los presentadores de televisión que hicieron eso? ¿Pedirán perdón por ser cómplices de la desinformación? ¿O callarán y solo pondrán la mano para pedir dinero?