El pasado sábado, 2 de febrero, se celebraba la trigésimo tercera edición de la gala de los Premios Goya y, pese a que la loable “Campeones” se acabó llevando el premio a la mejor película de 2018, el verdadero juggernaut de la noche fue, sin lugar a dudas, “El Reino”, del madrileño Rodrigo Sorogoyen.
Con un total de 13 nominaciones y 7 Goyas conseguidos, de entre los cuales destacan el Goya a mejor director, mejor guion original y mejor música original, el filme de Sorogoyen sobre la corrupción generalizada en nuestra política doméstica es, no solo una muy buena película, sino un análisis, tan sórdido como necesario, a este sistema que nos está conduciendo, de forma inexorable, a la ruina moral y económica.
El guión es un trabajo de investigación
El guion, un trabajo de investigación tan exhaustivo como lo fuera el visto en la película de Adam McKay, “El Vicio del Poder”, nos adentra en los entresijos ilegales de los mandatarios del “partido” (cada uno hará las correlaciones que considere oportunas con la realidad de nuestro panorama político actual) al frente del país en lo que, parece ser, finales de la década pasada.
Y de cómo, para evitar mermar los engranajes internos de las estructuras de poder, el propio partido toma la decisión de entregar a un cabeza de turco a la justicia, para salvaguardar al resto de integrantes y, de esta forma, poder perpetuar dichas estructuras de poder.
Y es que el poder, como ya hemos constatado en anteriores ocasiones, tiene la peculiaridad de desvirtuar, por completo, a cualquier ente que se le acerque.
En este caso, le tocará acarrear con toda la responsabilidad (no personal, sino colectiva) al vicesecretario autonómico del partido, Manuel López-Vidal, quien es llevado a la vida, de forma soberbia, por el actor Antonio de la Torre, y cuya interpretación le ha valido el Goya a mejor actor protagonista.
Sin embargo, Manuel toma la decisión de no ceder ante tales demandas y se embarca en una cruzada inesperada con el objetivo de hacer caer a todo el mundo consigo, cosa que lo llevará a enfangarse aún más, si cabe, en el submundo criminal de nuestro país.
¿Es el fin el que justifica los medios? Será tarea del espectador hacer tales juicios, e incluso análisis de conciencia. Impagable la escena final; un debate verbal, sin fisuras y a flor de piel, entre López-Vidal y una reportera, en donde se pone de manifiesto que la culpa nunca es de un solo individuo, sino de todos como colectivo.
La banda sonora logra aumentar el nivel de tensión
Asimismo, es de justicia hacer mención a las actuaciones de Luis Zahera como el empresario Cabrera, que le ha valido el Goya a mejor de reparto; la de la anteriormente mencionada Barbara Lennie, como la periodista de investigación por antonomasia, así como las de Ana Wagner y Josep Maria Pou, encarnando a los altos cargos del partido. Finalmente, alabar la particular banda sonora de Olivier Arson, llena de temas electrónicos y synth, suaves pero contundentes, que logran acrecentar el nivel de tensión y ritmo desenfrenado durante toda la película.