En ciertas ocasiones, el uso sistemático de una mentira genera una disonancia cognoscitiva a favor de quien la emplea. Es lo que sucede en política con el uso recurrente de la falacia. Por ejemplo, Albert Rivera hace unos días reprodujo esa falaz sentencia de que los partidos nacionalistas están sobrerrepresentados en el Congreso, algo que es falso. Rara vez los partidos nacionalistas han conseguido más escaños de los que les corresponden en estos 40 años de democracia. Basta con dividir el número total de escaños en el Congreso (350) por el porcentaje de votos de cada partido para constatar que PNV, ERC, CiU o BILDU no están sobrerrepresentados.

Los que sí han estado históricamente sobrerrepresentados son PP y PSOE, y en exceso. Incluso, en la anterior legislatura los de Rajoy obtuvieron 30 escaños más de los que le correspondía proporcionalmente.

Pero la mentira que aquí interesa es esa que no dejan de repetir los dirigentes socialistas cada vez que son consultados por una posible moción de censura contra M. Rajoy. Recuerdan que ellos presentaron una alternativa al PP en febrero de 2016, junto a C's, a lo que agregan que fue Podemos el que optó por mantener a Rajoy en el gobierno al no votar a favor de la investidura de Pedro Sánchez. Pues bien, este argumento es tramposo y hay tres hechos que lo demuestran.

En 2015 las elecciones las ganó la izquierda

Difícilmente se podrá encontrar un análisis periodístico sustentado en datos que diferencie entre la realidad y lo real en política. Es lo que sucede con las resultados electorales de las elecciones generales de 2015. Cuando se realiza una correcta interpretación de la realidad electoral, comparando números y porcentajes de votos entre los partidos de uno y otro lado del espectro ideológico, se obtiene que las fuerzas políticas de izquierda superaron en más de 900.000 votos o, lo que es igual, en más de 4 puntos porcentuales, a las fuerzas de derecha.

Esto significa que la realidad política legitimaba a los partidos de izquierdas para intentar formar gobierno. La izquierda se había impuesto en las elecciones.

Por su parte, lo real, el relato fantasmagórico, es que dichas elecciones las ganó el PP. Algo demasiado vacuo, pero suficiente para ocultar lo que realmente sucedió, que el partido tradicional de la derecha había sido desalojado en votos y en escaños del Gobierno.

Que esto se consumara en cambio político era de exclusiva responsabilidad del PSOE, como segunda fuerza más votada. Podemos –aunque equivocó las formas–, sus confluencias y UP, estuvieron siempre dispuestos a negociar un pacto de investidura que encabezara el líder socialista, porque ese era el mandato popular.

Por cierto, llama la atención que ahora la prensa afín a PP, PSOE y C`s recurra a este mismo argumento para afirmar que los "constitucionalistas" deberían gobernar en Catalunya. Algo que no valía en 2015 cuando la legitimidad de las urnas la tenían los partidos de izquierda.

El poder económico y mediático marcó la línea de negociación del PSOE

En octubre de 2016, el actual Secretario General del PSOE, en una entrevista para Salvados, reconoció que periódicos como El País y los grandes grupos empresariales y financieros habían presionado para que su partido no llegara a un acuerdo de gobierno con Podemos.

Para la élite económica y mediática, un nuevo mandato de Rajoy era preferible a un gobierno en el que estuviera el nuevo partido de izquierda. A Sánchez, según él mismo cuenta, El País lo amenazó con criticar todo lo posible cualquier entendimiento con el partido de Pablo Iglesias.

Pero no fue sólo lo que dijo en su momento Pedro Sánchez, también están las declaraciones de algunos conocidos empresarios que intentaron impedir un gobierno de izquierdas. Así, el presidente de OHL, Juan Villar Mir –hoy imputado por corrupción–, declaró en febrero de 2016 que la presencia de Podemos en un gobierno desajustaría la economía.

Ante las presiones –también internas como las Felipe González o Susana Díaz– el PSOE acabó firmando un pacto de investidura con Ciudadanos.

El pacto entre PSOE y C`s fue un bluf

La fallida investidura de Pedro Sánchez como Presidente de Gobierno, fue un engaño, un montaje en el que sus participantes sabían que el único objetivo era dejar a la izquierda sin gobierno. De hecho, solo sería útil para echar a andar los plazos que exige la constitución para convocar nuevas elecciones. Y así fue. La suma de ambos partidos apenas superaba en siete escaños al grupo parlamentario popular (130 a 123 escaños). A esto se añade que no contaba con ningún otro apoyo, salvo el del único diputado de CC, ,muy por debajo de la suma de PSOE, Podemos y UP (161 escaños), cuyo pacto de gobierno incluía además el apoyo parlamentario del PNV (6 escaños). Lo suficiente como para contrarrestar el voto en contra de PP y C`s (163 escaños).

De esta forma, el PSOE acabó subvirtiendo la voluntad popular al no intentar una coalición de gobierno con otras fuerzas políticas de izquierda. Y no, no valía –ni vale– el argumento de que los partidos independentistas pedían el referéndum a cambio de su apoyo. Bastaba con el voto afirmativo de los nacionalistas vascos, que no pedían nada a cambio y la abstención de los catalanes para conseguirlo. De hecho, este escenario se llegó a plantear justo antes de que los socialistas anunciaran el engañoso acuerdo con la "nueva derecha".