La Revolución cubana se convirtió rápidamente en una feroz dictadura dirigida por Fidel Castro, hombre de interminables discursos que prometía el fin de las diferencias de clases. Un loco que supo hacer creer a medio mundo que se trataba del verdadero Mesías. Un psicópata poseedor de una inteligencia desmesurada, que supo amaestrar cada palabra para que la humanidad diera por ciertas sus acciones. Castro exportó la Revolución a varios países de América Latina como el mejor de los vendedores de sueños. Venezuela vive la realidad de lo que significa la Revolución al puro estilo cubano.

Todo dictador necesita de esos personajes que se arrastran servilmente, esos insectos que corren como cucarachas invadiendo cada trozo del territorio. Un dictador necesita de esos hombres y mujeres de baja personalidad, de principios inexistentes y de moral que se ahoga en la nada. Besan el trasero del dictador a espera de recibir alguna migaja lanzada desde las alturas o sólo por sentir la indescriptible sensación de sentirse importante. El hombre insignificante siempre confunde la reacción que da el miedo con la del respeto.

Palma Soriano, un pueblo cercano a Santiago de Cuba, se ha convertido en uno de los bastiones de la lucha contra la tiranía pero es, también, un lugar en el que los esbirros se multiplican por minutos.

La familia Soñora, un clan muy conocido entre los palmeros, una familia completa al servicio del proceso revolucionario. El viejo Soñora, el patriarca, fidelista convencido aunque unas horas antes del triunfo de Castro alardeaba con ser batistiano. Difícil de comprender o no tanto, tal vez; la ideología brillaba por su ausencia.

Las mujeres de la familia engañaban a sus maridos con el uniforme verde olivo encima, quizás se sintieran menos culpables teniendo la bendición del "barbudo" a falta de la que imparte la iglesia católica.

El oficial Vinicio Rodríguez entró a formar parte del clan tras casarse con una de las señoritas Soñora. Hombre grosero, arrogante y déspota que sembró el terror en su pueblo.

Su andar era estruendoso, sus botas de militar sonaban con fuerza y la gente le temía.

Persiguió y torturó a los que luchaban en contra del gobierno. Saqueo las casas de aquellas familias que abandonaban Cuba y en cada una de sus hazañas contó con la colaboración de su mujer. Ambos forman parte de la historia reciente de aquella zona del país.

Este tipo de personaje ignora que hay una caída tras el auge. Toda Revolución destruye a sus fieles sirvientes, es una ley casi matemática. Un desliz es más que suficiente para que todo cambie. Las palmadas en la espalda de ayer se convierten en puñales que hacen sangrar.

Caída del oficial Rodríguez, aplastado como una cucaracha vio como todo se derrumbó.

Fidel Castro, como aquel César del que tanto nos habla la Historia, dirigió su dedo pulgar hacía abajo, así se acabó el volar alto mientras el país sufre. La vida se detuvo, todo se rompió.

La nueva generación del clan Soñora cambió inmediatamente. Ya no eran comunistas y mucho menos revolucionarios. Fidel se les presentó como un dictador, ya no era un Dios. Cuando se es de poca monta los intereses se modifican de prisa. Decidieron que había que agarrarse al imperialismo, la nueva Patria no estaba lejos, sólo a pocas millas.

Estado Unidos, ese enemigo al que no comprenden por qué lo odiaban si es la tierra en la que todo es posible nada qué ver con la Dictadura de ese Fidel Castro que trajo la desgracia a Cuba.

Nueva vida,nuevas opiniones. Ahora ofrecen conversaciones anticomunista, no fueron esbirros, nunca vistieron el uniforme de la dictadura.

El ex oficial Rodríguez , su esposa y esa nueva generación que ha ido llegando a este mundo se pasean por las calles de Miami. Comen bien, llevan atuendos imperialistas y dejaron en el olvido que ellos torturaban a todo aquel que deseaba salir huyendo de Cuba rumbo a Miami.

Muchos de los que fueron esbirros de la dictadura cubana se han instalados en Los Estados Unidos. Ratas que han sido echadas a patadas del barco revolucionario.