Hoy día diez de noviembre que inicio mi aventura como columnista en esta web, me pregunto cómo sobrevivir en este país a la carencia de oportunidades profesionales. Al menos para mi persona y mi entorno cercano.

Me inicio como columnista

Tras casi cuatro años desempleado en Jaén, me embarqué en una mudanza a Málaga junto a mi novia ilusionado por las oportunidades que, pensaba, ofrecía esta gran ciudad.

Sin embargo, tras echar la friolera de ciento treinta currículos en mayo, antes de la supuesta temporada alta de empleo en la ciudad, tan solo obtuve cuatro llamadas ofreciéndome entrevistas como extra para fines de semana. No pude mudarme antes puesto que sería inviable mi sustento en Málaga. Así que espero hasta agosto. Llego y, gracias a la aplicación de Job Today, la cual no recomiendo, consigo cinco entrevistas para trabajos de comercial a puerta fría y, finalmente, como agente inmobiliario.

Con un horario partido de más de cuarenta horas semanales y un salario fijo de seiscientos euros, a la semana decido retirarme dado que obtengo un puesto como teleoperador a media jornada ganando más de fijo.

Entramos dieciséis personas a un curso de formación selectivo de dos semanas que tan sólo superamos cuatro de nosotros. El trabajo consiste en la venta fría telefónica de una comercializadora energética. Duro dos días.

Pasado el mes, como que olvido mis prejuicios contra el trabajo de comercial energético y vuelvo a la aplicación y me suscribo a las ofertas de comercial. Comienzo un día de prueba en una de esas empresas observando cómo los comerciales mienten a la cara de la gente sobre el motivo de su visita y cómo realizan contratos tal cual si vendieran humo. Decido no continuar y hoy, tras echar 43 currículos en una mañana me pregunto si el problema es mío, que soy un vago sin ganas de trabajar, o si es del resto, una población anestesiada incapaz de pelear por su derecho a un trabajo digno.

¿Pelear por el cambio?

Con un 16,7% de población parada en este país -en septiembre según datosmacro.com- se podrían hacer muchas cosas. Tal vez salir a la calle a hablar en lugar de engullir telediarios y telebasura, tal vez dejar de gastar un euro en nada durante un par de semanas, tal vez una nación que se uniera y decidiera no ir a votar en las próximas elecciones hasta que hubiera gente competente y honrada a la que votar. Pero luego pienso no, el problema es tuyo que no quieres aceptar el trabajo que se te ofrece.

Supongo que si hubiese sido más duro con los estudios o si hubiese empezado a adquirir experiencia durante el boom quizá no tendría este problema, o quizá sí. Suponer es de tontos de cualquier forma. Ahora tengo que resolver esta situación así que si algún lector tiene un puesto que ofrecerme soy todo oídos.