Hoy me pregunto qué significa ser artista y por qué nuestra sociedad les da de lado. Acudo a la RAE y me encuentro con algunas definiciones interesantes entre la que destaco: “Persona que hace algo con suma perfección”.
Partiendo de definiciones y ejemplos
Después de haber ido al museo Picasso puedo garantizar que uno de los máximos exponentes de nuestro Arte, no pintaba con suma perfección, nada más lejos de la realidad. Ni Bukowski, mi escritor favorito y la primera persona que viene a mi cabeza al hablar de arte, escribía con suma perfección. De hecho, su novela Pulp está dedicada a la mala escritura.
Por lo que considero que debe haber algo más allá que las definiciones de nuestra querida Real Academia.
Luego recuerdo un concepto del que me hablaron en la escuela de arte dramático: el compromiso del artista. La toma de consciencia con su realidad social, la obligación de trascender más allá de un punto de vista político o moral, la responsabilidad de dejar huella del período histórico y, a la vez, contribuir a su progreso. Y hablando desde esta perspectiva nadie podrá negarme que Bukowski o Picasso fueron artistas comprometidos.
¿Por qué la sociedad les da de lado?
Que por qué ya no se lee, ni se escucha a músicos de conservatorio, ni se va al teatro o al cine, ni por supuesto a exposiciones de fotografía y pintura y escultura y etc.
No tenemos dinero para eso, lo hemos gastado en nuestro último móvil de alta gama, cosa imprescindible para la vida. No tenemos tiempo para eso, estamos demasiado absorbidos en nuestras pantallas como para darle una oportunidad al mundo analógico. Esa es mi teoría, en una guerra entre la tecnología y el arte similar a la de American Gods, la tecnología está machacando por completo las raíces creativas desde nuestra infancia hasta incluso la tercera edad.
Otra teoría más conspiranoica podría ser la de que los gobernantes no quieren invertir en arte puesto que es una forma de elevar la capacidad intelectual de su rebaño y eso podría ser peligroso. Sin embargo, yo no soy tan romántico y creo que, desgraciadamente, todo en esta vida se resume en números ficticios en ordenadores bancarios, y que a pesar de que el arte tiene su parte de negocio, la realidad es que no renta tanto como otras cosas.
Tal vez yo sea un poco hombre de las cavernas, pero permíteme que me atemorice pensar que algún día haya una máquina capaz de componer una novena sinfonía, o escribir un Quijote etc. Si es que no la hay ya. Y si la hay, espero que no se muera de frío.