Vamos, que acata el 155 y que abandona toda actividad política al margen de la Constitución.

Resulta que para la Presidenta del Parlament era un combate simbólico. Hasta ahí bien. Si no fuese quien es y lo que sus actos implican. Porque sucede que Forcadell en sí actuaba en calidad de símbolo. No se trataba de un individuo particular y privado sino de un cargo electo en una institución pública cargada del simbolismo de unos valores democráticos. Es por ello que tanta gente ha salido a la calle. Las plazas llenas. Las huelgas. La herida.

Forcadell ha declarado que la Declaración de Independencia era algo simbólico

No es necesario realizar un ejercicio de antropología simbólica muy exhaustivo para comprender el valor de éstos a lo largo de la historia. Los símbolos aúnan personas desde que las personas existen. Por tanto los símbolos son elementos a tratar con suma responsabilidad. Obviamente era un conflicto simbólico además de político. Y lo político había adquirido el valor de simbólico. Sí, pero es necesario conocer el valor de los símbolos y actuar con altura ética. Y no digo política, porque este artículo no trata temas políticos, sino éticos. En este sentido, la irresponsabilidad de las élites políticas de ambos bandos ha sido más que notoria.

Ambos bandos se han servido del simbolismo de sus cargos para imponer el dictado de sus santos miembros ( o miembras). Y desde luego se han servido del símbolo en vez de servir al mismo. Como correspondería.

La Presidenta olvidó mencionar este hecho al pueblo catalán

Y luego aparte, pero no menos importante, está el hecho de avisar o no.

De avisar que todo era una pantomima. Porque al pueblo catalán nadie le dijo eso. Ni al pueblo español. Ni a todos los funcionarios públicos que se han mojado y han tomado partido en uno u otro sentido. He aquí el calado de esta manifiesta irresponsabilidad. ¿Deberían entonces todos estos entes sumarse al valor simbólico de Forcadell?

No sé si deben o no deben, pero a estas alturas, poder ya no se puede. Las declaraciones de la Presidenta del Parlament dejan a los independentistas en una situación en la que hagan el movimiento que hagan, estará no sólo deslegitimado de cara a la ley sino desacreditado desde un contexto ético y social. Nos deja, una vez más, a un pueblo manipulado y vapuleado por las instituciones con el discurso de que todo se hace por este pueblo. Una suerte de despotismo ¿ilustrado? que se manifiesta en una masa social recibiendo porrazos (nada simbólicos) por parte de las fuerzas de seguridad de un estado que juraron protegerles a las órdenes de los estamentos políticos que juraron servirles.

Es un problema de conceptos. Es un problema de valores y, desde luego, un problema de flagrante irresponsabilidad.