Y es que miras una de esas miles de fotos de las tops de los 90 y asusta en qué se ha convertido la moda y la Belleza.
Mi generación es de Naomi, Cindy, Claudia... y un no muy largo grupo de mujeres de las que ya no hay. La belleza natural de estas mujeres se ha perdido entre silicona, tutoriales de belleza, trucos sin fin para parecer lo que uno no es. Porque cuando no has vivido los 90, admirando a aquellas bellezas y queriendo ser como ellas, no te impacta este cambio de iconos de belleza. Los que han nacido en este siglo no pueden entender lo que se siente cuando miras a esas mujeres, diosas a mi entender.
La belleza noventera sin filtros anti-naturalidad
Cuando has vivido la belleza de los años 90, tus ojos no entienden lo que vemos hoy. No puedes entender la cantidad de veces que ensayas una foto antes de hacerla, cambiar al filtro adecuado para no salir al natural, con arruguitas y granitos (no sea que vean que eres mortal), estar dos horas buscando tu lado más fotogénico, buscar la postura perfecta donde resaltar esas partes del cuerpo que más sexy crees que tienes... y un sin fin de imposibles estrategias, cada cual más ridícula y enfermiza a veces, de encontrar la foto perfecta para tu perfecta red social.
Las mujeres de las que hablo, las tops de los 90, eran y son, mujeres más naturales, maquilladas sí, pero naturales en sus poses, en sus sonrisas, en su forma de caminar, en su forma de mirar a la cámara.
Se dejaban llevar por sus instintos delante del objetivo, no temían sus imperfecciones. Eran tiempos de ser más felices, de enamorarse de lo normal, de no esconder lo que era esa generación de autenticidad.
Hoy en día te valoran y te valoras por los "me gusta"
Para conocer hoy en día a alguien o sencillamente ver su foto, sólo tienes que dar un clip y ya.
Antes tenías que esperar un mes para ir al kiosko y comprar el último Vogue. Nos hemos convertido en adictos a la belleza engañosa de las redes sociales, que nos enseñan una parte mínima de lo que una persona es o de lo que quiere ser, que es peor.
Es triste que esta generación de niños y niñas crezcan entendiendo que para ser importante, tienes que tener un número ilimitado de seguidores y likes.
Es cierto que si quieres algo en la vida hay que pelearlo. Es cierto que todos tenemos derecho a ser admirados pero... ¿a cambio de qué?
¿Es lícito darle a los demás lo que quieren de tí? ¿Es esta belleza disfrazada de filtros anti-defectos lo que deben aprender? ¿Existen filtros anti-sufrimiento?
Yo que nací y crecí observando a estas bellezas terrenales, naturales, felices, sonrientes,... yo me quedo con esa belleza imperfecta.