Nadie en España puede negar que la situación en Cataluña se está complicando cada vez más. A medida que el 1 de octubre se aproxima a pasos agigantados el gobierno central y la Generalitat se enzarzan en una lucha política por la hegemonía. Ambas partes vulneran la Constitución a su antojo: la Generalitat insiste en la convocatoria de un referéndum secesionista no solo ilegal, también a todas luces ilegitimo; por su lado el gobierno del Estado vulnera a las claras nuestra Carta Magna al haber aplicado de forma contraria a las reglas el articulo 155 y haber, de facto, suspendido la autonomía catalana.

Este es un choque institucional en toda regla. Si la Generalitat sigue con sus intenciones, el gobierno central podría verse obligado a tomar medidas aún más drásticas y es que desde hace unos cuantos años, el Estado, cuenta con una herramienta legal para casos excepcionales. Desde el año 1981 el ordenamiento jurídico que rige nuestra convivencia cuenta con una ley orgánica que regula la declaración de los estados de alarma, excepción y sitio. Una lectura somera del texto de dicha ley es suficiente para poner los pelos de punta a cualquier demócrata, pero si tenemos en cuenta la situación actual en Cataluña, un escalofrió recorrerá nuestra espalda y gotas de sudor frío se dibujarán en nuestra frente.

Si a estas consideraciones legales y de actualidad añadimos una retorcida imaginación, podemos inventar una hipótesis novelística de esas que dan miedo, de esas que dan pie a una historia donde ficción y realidad se entremezclan de la mano de una teoría de la conspiración. Un escritor perspicaz sabría cómo armar un potente relato a partir de una serie de preguntas inquietantes: ¿y si la situación catalana es algo más de lo que se ve?

¿Y si todo forma parte de un plan terrible? ¿Y si el proceso secesionista al que asistimos no es más que una excusa para imponer un gobierno militar mediante la declaración del estado de sitio? ¿Y si esto no es más que un golpe de estado legalmente amparado? ¿Qué pasaría entonces? ¿Qué sería de los ciudadanos?

La declaración del estado de sitio se contempla legalmente cuando: “se produzca o pueda producirse una insurrección o acto de fuerza contra la soberanía o independencia de España, contra su integridad territorial o el ordenamiento constitucional, que no pueda resolverse por otros medios”.

Si el lector reconoce esta premisa en la situación actual entenderá porque digo que lo que hoy vivimos en Cataluña da pie para una distopia política y es que en caso de declararse en estado de sitio los artículos: 17, 18, 19, 20, 21, 28 y 37 de nuestra Constitución serían suspendidos y una autoridad militar tomaría el control del Estado. Los citados artículos se refieren a cosas tan fundamentales como el derecho al habeas corpus, la libertad de pensamiento y expresión o la inviolabilidad del domicilio.

No estoy diciendo que esto sea lo que vaya a pasar, solo digo que entra dentro de lo posible, de ese mundo de lo improbable pero aterrador que conforma la realidad paralela en la que viven las buenas novelas. Por otra parte, cabe pensar que a veces la realidad supera a la ficción. Extraiga el lector sus propias conclusiones.