La religión hinduista es un universo complejo en el cual el occidental suele perderse, ya que está llena de matices y a menudo de contradicciones donde los textos védicos y los mitos varían según el período en el que fueron escritos o del folclore popular que realice unos determinados ritos. Pero en su conjunto se puede decir que es una religión que predica el culto al espíritu por encima de todo y a admirar la perfección de todas las formas de vida y el orden cósmico y natural.
Los principales dioses hindúes, que en realidad son tres caras del mismo dios, son precisamente la manifestación de los tres principios básicos del orden natural: creación, conservación y destrucción; Brahma, el creador, Visnú el conservador, y Siva el destructor.
La diosa nacida del campo de batalla
Sin embargo, existen otra multitud de seres celestiales, llamados devas, que también tienen un papel importante dentro del universo hinduista, y entre los cuales las diosas son de los seres más venerados dentro de las creencias místicas de India. Cada dios principal tiene su paredra o aspecto femenino (Sarasvati, Lakhsmi, Parvati) que le complementa. Pero sin duda alguna una de las diosas hindúes más conocidas es Kali, la oscura diosa destructora de la maldad.
Kali se considera una de las esposas de Siva, una manifestación de Parvati. Es la diosa patrona de Calcuta (en hindi Kalikotta) y también según la cosmología hindú es la diosa regente de la era actual de la humanidad, el Kaliyuga, una época decadente de destrucción que comenzó con la ruptura de la tregua nocturna en Kurukshetra, como se cuenta en el Mahabharata.
Fanáticos ladrones y asesinos
Como hemos dicho, la religión hinduista es en su sentido más global una religión pacífica, aunque en el siglo XIX precisamente unos seguidores de Kali crearon una secta que sembró el terror en la que entonces era la colonia británica de la India, el Raj británico.
A este grupo de acólitos de Kali se les conocía como los thugs, y aterrorizaron los corazones de los viajeros por los caminos recónditos de la India durante dos siglos.
Sus víctimas eran secuestradas, amordazadas y estranguladas en tétricos rituales dedicados a dulcificar la ira de la diosa. El objetivo principal de los thugs eran colonos británicos u otros ciudadanos europeos que realizaban expediciones comerciales en torno a la Ruta de la Seda.
Estos ataques a ciudadanos británicos provocaron que, finalmente, a mediados del siglo XIX, las autoridades coloniales tuvieran que tomar medidas militares contra los thugs, hasta su erradicación total en el año 1861.
Sin embargo, los crueles sacrificios rituales de los thugs dejaron su legado en la mente occidental, en obras literarias como Dunga Din o incluso películas como Indiana Jones y el templo maldito.