Retrato de Enrique Cristòfol Ricart (1917), es una de las obras de juventud de Joan Miró. Se trata de un retrato de su compañero de academia con el que también compartía estudio, un elegante batín a rayado y la paleta que lo define como pintor en la esquina superior izquierda son sus símbolos.

Influencia de Van Gogh

En el cuadro se puede observar claramente el influjo de Van Gogh, en los colores brillantes, intensos y puros, pero también en la concepción de la imagen y en el influjo del Arte japonés.

Van Gogh pintó en 1887 el Retrato de Père Tanguy, la postura es la misma que vemos en el retrato de Miró. También los es la disposición de la mujer japonesa que se ve en el grabado que está en el lado derecho del cuadro, con la salvedad de que en el caso de Van Gogh está pintada y Miró ha pegado directamente la estampa a la tela.

Un detalle más, Miró firmó el cuadro utilizando la letras en un recuadro vertical en el extremo inferior, a la manera de los pintores japoneses. Este es uno de los primeros cuadros de Miró donde se manifiesta la importancia de la influencia del arte japonés. Una influencia que se mantendría en toda su obra.

De hecho en 1966, Joan Miró viajaría por primera vez a Japón para las retrospectivas que se le dedicaron en Tokio y Kioto.

Pero ya en los años 40 y 50 se había mostrado interesado en la influencia del budismo zen en el proceso creativo. Sus líneas muy claras sobre fondos grises delimitando figuras rellenas de tintas planas y brillantes son un ejemplo. El gesto de pintar es para Miró muy importante, como lo es en la caligrafía japonesa. En muchos de sus dibujos se puede ver la importancia del cuadrado y del círculo y también de otros elementos budistas.

Cuadro cedido por el MoMA

El retrato de Enrique Cristòfol Ricart se exhibe normalmente en el MoMA de Nueva York, que ha tenido a bien cederlo a la Fundació Miró, para que pueda verse en la Exposición del pintor y grabador japonés Itō Shinsui. Tradición y Modernidad.

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