En la revista Archaeologia Maritima Mediterranea llega a la conclusión de que el archiconocido barco de la epopeya de Troya cantada por Homero era, en realidad, “uno de los barcos que los antiguos griegos solían llamar Hippoi”, explica que “el caballo no es un recipiente sagrado, sino un mercante con cabeza de caballo en el mascarón de proa utilizado por los marineros fenicios y levantinos para comerciar y pagar tributos a reyes extranjeros reyes.
Un barco conocido por los autores griegos de la era clásica y posiblemente también por Homero”.
El caballo en las fuentes grecorromanas
La información que aporta la obra de Homero es escueta, la imagen del caballo será forjada por las obras y autores grecorromanos posteriores: es mencionado por Odiseo en la Odisea (XI 523) cuando desciende al Hades para desentrañar el destino de su padre Peleo, se dice que es obra de Epeo; la mención de Demódoco, poeta de la corte feacia en la que acaba Odiseo tras su viaje lleno de peligros, antes de llegar a su ansiada tierra: […] Canta cómo estaba dispuesto el caballo de madera construido por Epeo con la ayuda de Atenea, máquina engañosa que el divinal Odiseo llevó a la Acrópolis, después de llenarla con los guerreros que arruinaron Troya […] (VIII 492).
[…] Allí está también el caballo de bronce llamado de madera. Quien no cree completamente tontos a los frigios sabe cómo la obra de Epeo fue una máquina para que las murallas fueran abiertas, pero se dice que aquel caballo tenía dentro a los más valientes griegos; este de bronce está hecho con su misma figura y Menesteo y Teucro y además los hijos de Teseo se asoman desde dentro. […] (Pausanias, I 23-28)
[…] Epeo inventó el Troya, la máquina de asedio llamada caballo que ahora se llama ariete. […] (Plinio Historia Natural VII 202).
También cabrían los ejemplos de Tucídides en Las troyanas, en la Toma de Ilión de Trifiodoro y en la Posthomerica de Quinto de Esmirna.
En los ejemplos expuestos los autores grecorromanos intentaron explicar el motivo del caballo de Troya como una máquina de asedio, una reinterpretación de la imagen del caballo que se transmitió gracias a la tradición.
Sobre todo porque la imagen de una ciudad siendo asediada por el uso de la mente y no de la fuerza –la incursión de forma ingeniosa- ya está presente en el antiguo Egipto con el relato del general Djehuty, que introduce a sus tropas en la ciudad sitiada en sacos, como el relato de los 40 ladrones; o en el relato persa de Shah Nahma, donde se toma la ciudad de una forma muy similar al general egipcio de Tutmosis III. Son indicios de que existía una idea en la tradición oral de la toma de un asentamiento mediante la incursión de los enemigos usando las artimañas y no la fuerza bruta, siguiendo quizá la estela que la tradición acabó relacionando con Odiseo.
Los hippoi
Usados por los marineros fenicios desde finales del segundo milenio a.C.
hasta el S. VIII a.C. para descubrir nuevas zonas de fundación. En las placas de bronce que revestían las puertas del palacio de Salmanasar III en Balawat (854-824 a.C.) muestran los tributos de Tiro y Sidón como barcos simétricos decorados con caballos a proa y popa; en uno de los relieves de Sargón II en Khorsabad (722-705 a.C.) muestra un transporte por mar de grandes troncos con ayuda de barcazas movidas a vela y remo entre ciudadelas situadas en islotes, cuyas proas tenían forma de cabeza de caballo.
“Examinando las evidencias textuales, iconográficas y arqueológicas consideramos -dice Tiboni- que estos hippoi (barcos) se convirtieron en caballos después del período homérico. El barco fenicio rompiendo la pared de Troya pudo convertirse en un caballo como consecuencia de una posible malentendido que, en tiempos posteriores, ha sido ampliamente aceptado por los eruditos.
El significado original de la palabra hippos, de hecho, se perdió en la traducción”.
Antecedentes: Austin (1959), Luzón (1988) y Arbulo (2009)
Ya hubo autores que lanzaron la hipótesis de la teoría del barco fenicio en vez de la existencia de un caballo o máquina de asedio. Austin (1959) se fijó en las mismas obras que el profesor de Marsella para ver el caballo como un barco –aunque ya en 1910 van Leeuwen y Bethe ya dijeron esa hipótesis-.
Más adelante, Luzón (1988) pone a relucir un relato de Posidonio, tomado por Estrabón (II 3-4) donde se puede leer: […] Se encontró también con la proa de un navío, en el que estaba tallada la figura de un caballo, y supo que eran los restos de un naufragio de cierta escuadra que partió de Occidente; con ella emprendió de nuevo su viaje de regreso…Llevó su proa al puerto comercial de Alejandría y allí supo que era de los de Gadir, y que estos, además de los grandes navíos que amaban los comerciantes, usaban otros más pequeños, propios de las gentes pobres, a los que llamaban hippoi, por el mascarón de sus proas […].
Tipología de barcos que el mismo autor demostró que existía en tiempos de la guerra de Troya –época micénica, minoica-.
Arbulo (2009) recoge todos los trabajos anteriores y llega a la conclusión de que el caballo de Troya, lo más probable, es un barco fenicio que se fue desdibujando a lo largo del tiempo. Menciona que el équido puede ser considerado como una sencilla escultura votiva, pero la relación con un barco es tentadora por sus connotaciones náuticas, la lógica votiva y la iconografía. Si entendemos el caballo de Troya como el barco de Troya el relato respondería a hechos perfectamente demostrables en todos sus detalles. La poesía se habría así limitado a ensalzar, llenando de sentimientos y aventura, lo que pudo haber sido una realidad histórica.
Parece que el caballo de Troya -o ahora barco- sigue causando admiración e interrogantes en la humanidad, hecho que hace aún más imperecedera una de las obras cumbre de la Humanidad.