¿Cuántas veces escuchamos, leemos o vemos algo e inmediatamente nos enfadamos e indignamos? ¿Cuántas de esas veces, solo con respirar hondo y buscar otra manera de mirar podríamos hacer gala de nuestro sentido del humor? Me atrevería a decir que muchas, porque como mantienen Les Luthiers, recientes Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades nadie nace riendo, el sentido del humor hay que trabajarlo.

Creo que si nos tomáramos un poco menos en serio a nosotros mismos mejor nos iría porque, y sigo a Marcos Mundstock integrante de Les Luthiers, “el ejercicio humorístico…mejora la vida, permite contemplar las cosas de manera distinta, lúdica, pero sobre todo lúcida” y de esa lucidez andamos muy faltos últimamente en este país.

Además “el humorismo es siempre social” una manera de comunicación que, bien llevada hacia el buen gusto, hace desaparecer la crispación y favorece el diálogo distendido. El humorismo de verdad, exige conocimiento franco, una mirada lúcida y abierta, comprensión de las virtudes y las debilidades de uno mismo y del prójimo y también tolerancia.

Todos sabemos que Miguel Gila hubiera solucionado con un rápido alto el fuego los conflictos sociales que vivimos estos días con una simple llamada “¿es el enemigo?”…en fin “Saben aquel que diu” …