Si hay algo innegable es que Darren Aronofsky no deja indiferente a nadie, te puede gustar o no, pero su cine te removerá algo por dentro que te hará reflexionar durante días.
El director de origen hebreo hace una particular interpretación del mundo en cada una de sus películas y, si bien en algunos casos como con Cisne negro (2011) ha llegado a coronarse, el resto de su filmografía divaga en aguas espesas entre lo que es arte y lo que es una vulgar aberración.
Madre! es la última de sus obras y quizás la más perturbadora. Ya en el Festival de Venecia se anunciaba lo que podría ser la próxima guerra civil cinematográfica entre críticos y entendidos del cine, y es que fue la primera vez que el público de dicho festival alababa entre abucheos el trabajo del director.
Pero vamos a lo importante: ¿De qué trata Madre!?
Aviso al lector que, si no ha visto la película aún, hay muchos spoilers a continuación.
No podemos entender esta película como una representación ficcionada de la realidad por lo que, si estás esperando un desarrollo y un desenlace articulado por varios personajes, esta no es tu película.
Madre! puede tener muchas explicaciones y todas ellas difieren según los ojos de quien la mire, pero ante todo es una metáfora -una de tantas- que hace el director sobre la Biblia, en concreto sobre el Génesis. En ella, Javier Bardem interpreta a Dios, quien es representado como un poeta que necesita de inspiración para crear, y esa inspiración es representada por Jennifer Lawrence en una interpretación digna de alabar sobre la madre naturaleza.
Lawrence hace las veces de musa inspiradora y de protectora del hogar, al que está conectada, y es que la película discurre por completo en la grotesca casa de aspecto barroco que comparten ambos personajes.
Más tarde aparecerán el primer hombre (Ed Harris) y la primera mujer (Michelle Pfeiffer), quienes sucumbirán a la tentación prohibida rompiendo el único objeto que el poeta les había prohibido tocar, una piedra que representa el origen del mundo.
A continuación, los hijos de la pareja entran en escena, representando a Caín y Abel, y la terrible disputa que surge entre ellos con la consecuente muerte del hermano mayor.
A partir de aquí diferentes grupos de gente empiezan a invadir el hogar que con tanto cariño había construido Lawrence, representando así el abuso que hace el hombre de la madre naturaleza.
Pero la cosa no acaba aquí y es que la protagonista se queda embarazada, vivimos una elipsis de unos nueve meses y cuando ella está a punto de parir -al hijo de Dios- de nuevo hordas de gente que admira al poeta se adentra en su casa destrozando el hogar de ambos, con el consentimiento de él pero ante la desesperación de ella que se ve indefensa ante un Dios totalmente permisivo.
El clímax de la película y que, sin duda, es el momento de mayor brutalidad, sucede cuando Lawrence da a luz -a Jesucristo- y Dios se lo entrega a su fandom, quienes le maltratan y acaban devorando representando así la Eucaristía.
Finalmente, con la casa destrozada y su hijo muerto, Lawrence enloquece y prende fuego al hogar, en una alegoría de lo que sería el Apocalipsis, acabando con las vidas de todos menos, efectivamente, con la de Bardem, quien toma en brazos la musa que le ha dado todo y saca de ella la piedra con la que volverá a construir el mundo.
Esta es la interpretación más evidente a primera vista teniendo en cuenta los elementos más destacables de la película, pero la obra está llena de matices y detalles que, estudiados a fondo, podrían cambiar el pensamiento del espectador. Es una visión más de tantas que pueden surgir, y es lo bueno de Arnofsky, que su cine da para debatir y, como ya he mencionado antes, no dejará indiferente a nadie.