Sócrates ha sido uno de los pensadores de referencia a lo largo de la historia de la filosofía en Occidente e hizo plantearse a sus contemporáneos numerosas cuestiones acerca de la justicia, el bien o la sabiduría que todavía en nuestros días siguen siendo el centro del debate filosófico. Su presencia en Atenas fue totalmente decisiva para el desarrollo de la pólis. Sus enseñanzas y, principalmente, sus penetrantes preguntas y la forma en que es condenado por la democracia ateniense hicieron de él un personaje cuyas opiniones habían de ser escuchadas por cualquier interesado en la filosofía, que en la Grecia Antigua no eran pocos.
El exhaustivo examen al que hizo someterse a la estructura política y social de su época provocó que los filósofos inmediatamente posteriores tuviesen muchas cautelas a la hora de considerar la democracia como la mejor forma de gobierno, pues tanto Platón como Aristóteles rehusaron defender la forma de gobierno democrática.
Vida de Sócrates
Sócrates (470-399 a.c.) fue un ciudadano ateniense con plenos derechos políticos y participó en defensa de su polis en tres guerras como hoplita. Vivió en la época dorada de la Atenas de la Antigüedad, el llamado Siglo de Pericles (siglo V a.c.). En este período de la historia de Atenas, aunque en su momento de mayor apogeo llegó a contar con poco más de 300.000 habitantes, florecieron algunos de los personajes más importantes en la historia de la literatura, la historiografía, la filosofía o la ciencia.
Cabe destacar de entre todos los ilustres personajes que pasaron por la Atenas del siglo V a Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Heródoto, Gorgias o Tucídides, además de otros tantos en el resto de Grecia tales como Protágoras, Hipócrates o Demócrito.
Sócrates fue discípulo de Arquelao y maestro de uno de los filósofos con más prestigio en la historia del pensamiento humano, Platón, el cual a través de varias de sus obras narró el juicio y la muerte de Sócrates. Su vida intelectual estuvo marcada por un continuo enfrentamiento con la sofística y las ideas democráticas. Coincidió en vida con tres de los sofistas más ilustres, a saber, Gorgias, Protágoras e Hipias. Esta enemistad con la sofística junto con su cercanía a las viejas oligarquías contrarias a la democracia le llevó a ser enjuiciado por dos de sus conciudadanos atenienses.
Como es sabido, Sócrates perdió dicho juicio y fue condenado a muerte.
El enfrentamiento con los sofistas
Los sofistas fueron un grupo de intelectuales que tuvieron su momento de mayor esplendor en la Antigua Atenas y enseñaban o daban discursos a cambio de la pertinente contraprestación económica. Sus enseñanzas se centraban en el arte de la retórica y la dialéctica. Los conocimientos que transmitían los sofistas tenían un fin claro, mejorar las destrezas discursivas de sus alumnos para que pudiesen desenvolverse con soltura en el Ágora, lugar en el que se debatía y legislaba en la democracia ateniense. El propio Protágoras dijo que la sofística consistía en "poder convertir en fuertes los argumentos más débiles".
Era en definitiva una disciplina que tenía por objeto ganarse la opinión del pueblo sin buscar un conocimiento científico acerca de las materias sobre las que versaba el discurso en cuestión.
Se apoyaban filosóficamente en el relativismo y defendían que la verdad se establecía a través de la convención de los hombres, Protágoras dijo: "el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto que no son". La palabra y no la verdad era el medio para persuadir a los hombres según la sofística. La apariencia era según Platón la forma de ser del sofista. Ante esta posición relativista se erigía un idealismo socrático que trataba de rechazar la apariencia de sabiduría, que a su juicio suponía la sofística, y tenía como ideal la búsqueda de la verdad en sí misma.
La verdad residía para Sócrates en la esencia de las cosas y esta no debía ser enmascarada mediante discursos que trataban de adulterar la verdad.
Para Sócrates los sofistas no eran capaces de enseñar a los demás ciudadanos a ser sabios, sino que sólo eran capaces de aparentar sabiduría. Este mensaje tiene consecuencias de largo alcance, pues si fuese verdad, los sofistas a través de sus enseñanzas no podrían enseñar a ningún ciudadano a ser sabio y esto conlleva dos graves consecuencias que hacen tambalearse la estructura de la democracia ateniense. La primera es que los legisladores no podrían ser tenidos por sabios, sino por simples retores que utilizan la demagogia para legislar en los asuntos de la ciudad en su beneficio propio.
La segunda es que el método de enseñanza de la alta sociedad ateniense, que consistía en pagar ingentes cantidades de dinero para instruir a los jóvenes a través de la sofística, se tornaría en una fraude, pues realmente su educación no les conduce a la sabiduría.
Sócrates, contrariamente a los sofistas, que se consideraban capaces de hacer sabios a los hombres, defendió que el camino hacia la verdadera sabiduría sólo podía comenzar con el reconocimiento de la propia ignorancia. El Oráculo de Delfos, al cual no le era lícito mentir según los antiguos griegos, sentenció que nadie era más sabio que Sócrates, tal y como cuenta Platón. Sócrates trató de indagar el significado de esta respuesta del Oráculo.
Concluyó que él, al igual que el resto de los hombres, no sabía realmente acerca de nada, pero él al menos era sabio en algo, esto es, él sabía que no sabía nada, mientras que el resto de los hombres se engañaban a ellos mismos creyendo saber lo que realmente no sabían.
Juicio y muerte de Sócrates
En Atenas, después del restablecimiento de la democracia en el año 403 a.c., se prohibió acusar de cargos políticos ante los tribunales, a razón de esto Sócrates fue llevado a juicio enmascarándose su acusación bajo otros cargos. Meleto, un poeta contemporáneo de Sócrates, y Ánito, un político demócrata, vertieron la siguiente acusación ante los tribunales de Atenas: "Sócrates delinque corrompiendo a los jóvenes y no creyendo en los dioses en los que la ciudad cree, sino en otras divinidades nuevas".
El juicio se dividía en dos partes, en la primera habría de dirimirse la culpabilidad del acusado después de ser este escuchado; en la segunda, en caso de ser declarado culpable, se establecía la pena.
En la primera parte del juicio se decretó, por una ajustada mayoría del juzgado, que Sócrates era culpable de los cargos de los que había sido acusado.
En la segunda parte del juicio el juzgado debía elegir entre la propuesta de pena de la acusación y la contrapropuesta del acusado. La acusación propuso aplicar la pena de muerte, y Sócrates, haciendo gala de su ironía, propuso como contrapena "la manutención en el Pritaneo", que hoy en día sería el equivalente a vivir a costa de una pensión vitalicia pagada por el Estado.
Como era de esperar, el juzgado eligió de entre las dos propuestas la que había mantenido la acusación, es decir, la pena de muerte.
Sócrates pasó sus últimos días antes de beber la cicuta, el veneno que debían tomar los condenados a muerte, en la cárcel de Atenas. En esos momentos era ya un hombre de más de setenta años y, aunque tuvo la oportunidad de fugarse después de que Critón, un aristócrata amigo suyo, hubiese sobornado a los guardias, rehusó escaparse de la prisión y llegado el momento bebió la cicuta y pereció, quedando para la historia la forma en que la democracia ateniense acabó con él.
El legado de Sócrates y la manera en que la democracia se deshizo de uno de los hombres más sabios de la historia han hecho correr ríos de tinta hasta nuestros días.
La influencia de sus razonamientos en la historia del pensamiento humano es incuestionable y sus penetrantes preguntas siguen siendo aún en nuestros días el corazón del debate filosófico. Sócrates hizo de la filosofía una disciplina que era capaz de abstraerse de las convenciones sociales y las opiniones de las masas para buscar sólo mediante la fuerza de la razón las verdades más permanentes.