El pasado 10 de junio, la segunda y última jornada del Ballantine's True Music Festival invadió Madrid. La noche del sábado era para nombres que suenan y mucho, como Miss Caffeina, Oh! Wonder o El Columpio Asesino. También para aquellos que en principio, se perdían entre los 140 artistas que formaban el cartel del festival, pero que acabaron convenciendo a esa parte de público que prefirió ir más allá de lo evidente.

The Hunna y Sundara Karma pertenecían al segundo grupo. Dos bandas que lo único que tienen en común es su lugar de procedencia (ambas llegan desde Reino Unido), y una clara inclinación hacia ese tipo de rock que entra fácil y sin ninguna culpabilidad.

La sala Penélope acogió de 21'45h a 00'15h, dos de las actuaciones más a tener en cuenta durante un fin de semana en el que lo complicado, era destacar.

Recientemente, en Blasting News hablamos de The Hunna refiriéndonos a ellos como una de las grandes revelaciones dentro del género, un cuarteto creador de himnos que sólo ha necesitado un primer álbum para crear legión. Quizá fuese porque su concierto coincidía en horario con varios de los más esperados, o simplemente porque su potencia está todavía por descubrir en nuestro país, pero la asistencia fue más baja de la esperada. Aún así, Ryan, Jack, Dan y Jermaine se bastaron y sobraron ante un público escaso pero dedicado, que coreó cada tema e hizo sentir cómoda a la banda.

Su último single, Never Enough, abrió con fuerza una hora en la que el protagonismo de las dos guitarras eléctricas quedó patente. La energía de la Música estuvo en todo momento acompañada por la de los artistas, unos auténticos torbellinos sobre el escenario que alcanzaron su clímax durante la larga introducción instrumental de uno de sus hits, Bonfire.

The Hunna hicieron ruido, mucho ruido, hasta el punto de que la voz de Ryan Potter se perdía entre los golpes de batería durante We Could Be o Coming Home. Pero ese ruido forma parte de su identidad tanto como los tatuajes o las bandanas. Sería inconcebible que un espectáculo tan sucio (en el mejor sentido de la palabra), contase con límites que marcasen lo que se puede hacer y lo que no.

Lo que hicieron los de Hertfordshire, fue una clara y más que decente declaración de intenciones, y esperamos ver alguna ciudad española entre las elegidas para el tour que iniciarán en 2018.

La demostración de que el rock con sello británico no sólo puede llegar a ser brillante, sino que tiene diversas interpretaciones, llegó de la mano de Sundara Karma. No era la primera vez que Oscar Pollock y los suyos pisaban la capital: ya lo hicieron el año pasado teloneando a Wolf Alice en La Riviera. Madrid se acordaba de ellos y quiso ser testigo de algo impecable y que de algún modo, atrapa.

En una época en la que lo alternativo es lo nuevo mainstream, resulta esencial crear una identidad propia, y Sundara Karma perecen haber dado con la tecla: calidad musical real, un sonido reconocible, y cuatro componentes tan peculiares como magnéticos.

Así, y al ritmo de A Young Understanding, se presentaron ante una sala llena y entregada. Varios problemas técnicos que afectaron a batería y guitarra durante la actuación, no empañaron lo más mínimo un show con un aura especial en el que todas las miradas se las llevó Pollock, un líder de libro. Su aspecto andrógino y sus pasos de baile, sólo complementan un talento y carisma que recuerdan a las grandes estrellas de los ochenta. Canciones tan queridas por sus seguidores como Flame, She Said o Loveblood, no defraudaron. El setlist también incluía Lakhey, un tema inédito que sigue la línea retro y bailable de las anteriores. Explore, su último single, cerró con la misma dinámica un concierto brillante, que caldea el ambiente para la próxima visita de los británicos al festival BBK.

Estos "tapados" del Ballantine's True Music, han dejado con buenas impresiones a un público que quiere más de ellos, y que aspira a crecer al ritmo que lo están haciendo estos dos conjuntos. Gracias a promesas que sólo necesitan mostrar su música para reivindicarse como innovadoras, sabemos que el futuro del rock es diferente, pero seguro.