Los países limítrofes del continente africano, Eritrea y Etiopía han firmado un “histórico acuerdo de paz en Arabia Saudí”, concretamente en una ceremonia en el Palacio de la Paz de Yeda y en la que no hubo discurso alguno. Este pacto ha sido ratificado en presencia del secretario general de la ONU, António Guterres y el monarca saudí, Salman bin Abdelaziz.

Se pone fin a un conflicto con miles de víctimas

De esta manera, queda sellada la concordia entre ambos países tras el conflicto que causó, entre 1998 y 2000, decenas de miles de muertos. Finaliza por tanto el "estado de guerra" que prevalecía entre estas dos regiones colindantes incluso después del conflicto bélico.

Además, las fronteras han vuelto a abrirse 20 años después, el pasado martes 11 de septiembre.

Como síntoma de un primer acercamiento, el 9 de julio de este mismo año los respectivos dirigentes firmaron el acuerdo de paz que anulaba el estado de guerra decretado. Visitaron sendos países y las embajadas fueron restablecidas tanto en la capital eritrea, Asmara, como en Adís Abeba, ciudad que ostenta la capitalidad etíope.

En Etiopía, el pasado mes de abril, llegaba al poder el joven Abiy Ahmed en calidad de primer ministro. Gracias a su ideal reformista, las relaciones con Eritrea han mejorado desde entonces. Con este tratado de paz, más allá de la apertura fronteriza, se han restaurado las conexiones telefónicas, han vuelto a reabrirse tanto las líneas aéreas directas como las portuarias y ha aumentado la cooperación económica y comercial.

Se trata de un gran paso para alcanzar la paz en los conflictos en África

No cabe duda de que se trata de una noticia fantástica para el continente africano. África no cuenta precisamente con un pasado sosegado. Las revueltas motivadas generalmente por causas emancipadoras han caracterizado la historia del tercer territorio más grande del mundo, en cuanto a extensión se refiere.

En el caso de Etiopía y Eritrea, los países constituyentes de la región del Cuerno de África, junto con Somalia y Djibuti, conformaban un único país: la Federación de Etiopía (1952-1993). En un primer momento, a pesar de la independencia de Eritrea en 1993, se mantuvo una cierta cordialidad, debido al interés etíope por tener una salida al Mar Rojo.

Sin embargo, el germen de la disputa hace referencia a una cuestión de fronteras. La sucesión de altercados dio lugar al estallido de la guerra en 1998. En el año 2000, una vez terminada la contienda no hubo ningún tipo de acuerdo oficial que estableciese la paz entre ambas naciones.

Al impacto político, económico y medioambiental, se sumó la conmoción social, pues fueron muchas personas las que se vieron desplazadas y expulsadas de sus hogares. Ambos países compartieron en un primer momento diversos rasgos que caracterizan a un determinado pueblo, como la lengua, religión, cultura o historia. Sin embargo, la problemática territorial acabó enfrentándolos. Ahora, tras un sinfín de desacuerdos, de disconformidades y de escaramuzas que suscitaron un ámbito de enemistad y desavenencia, parece que la paz ha llegado a todas y cada una de las vidas de eritreos y etíopes.