Fue durante la II República cuando el 11 de septiembre pasó a considerarse un día de fiesta nacional. En el día de ayer, un año más el independentismo salió a la calle, con ánimo de protestar. Bajo el lema de "Hagamos la República catalana", los manifestantes exigieron la libertad de los políticos encarcelados, así como la anhelada independencia, objetivo que parece esfumarse o desvanecerse con el paso de los días.

En torno a un millón de personas, según la Guardia Urbana, acudieron a la manifestación. Llama la atención la ausencia del máximo representante del PSC, Miquel Iceta, mientras que políticos como Ada Colau acudieron únicamente a los actos oficiales realizados esa misma mañana.

Una segregación social sin precedentes

Los líderes del PP y C's no intervinieron en ninguna de las conmemoraciones e Inés Arrimadas realizaba las siguientes declaraciones:

"Hoy, más de media Cataluña no puede celebrar nada".

Otras personalidades políticas también consideran que la fragmentación de la sociedad catalana debe solucionarse de inmediato. Del mismo modo, han podido vislumbrarse ciertas discrepancias entre los propios independentistas:

"El Parlament debería plantearse la declaración de independencia si está preparado para sostenerla. Si es para hacerlo como el 27 de octubre, no. Declararla si no la puedes sostener es un error", sentenciaba Elisenda Paluzie, presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC).

Se trata de una situación muy diferente a la que expresaba en uno de sus artículos el ya fallecido historiador catalán Pere Anguera:

"Lo que inicialmente fue una conmemoración nostálgica y limitada a un núcleo reducido se convirtió a partir de 1890 en un acto reivindicativo aceptado por todos los sectores del catalanismo"

La Diada: una tradición con una larga Historia

Por la mañana, tuvo lugar como cada año la Diada, una conmemoración de siglos de antigüedad que conmemora los hechos del 11 de septiembre de 1714.

Tras más de un año sitiada, la ciudad de Barcelona se rinde frente a las fuerzas borbónicas.

Así finalizó uno de los episodios más sangrientos y feroces de la denominada Guerra de Sucesión (1701-1713). Este conflicto internacional concluyó con la firma del Tratado de Utrecht en 1713, si bien el pueblo catalán resistió hasta 1714.

Más de un siglo después, apareció en 1869 un poema anónimo que, según expresa el ya citado Pere Anguera, reclamaba lo siguiente: "torni la nostra llengua a ser la llengua oficial". Simbolizaba el ansia de liberad colectiva perdida tras la derrota.

Como homenaje a la resistencia frente a las fuerzas borbónicas, en 1886 la primera asociación política catalanista conocida como Centre Catalá organizó un funeral en la basílica de Sta. María del Mar.

Bajo este contexto de agitación social, en 1889 se llevó a cabo una manifestación anticentralista que terminó en la estatua de Rafael Casanova, erigida el año anterior. Este hombre dirigió las autoridades civiles de Barcelona y acabó convirtiéndose en un icono de la lucha catalana.

A principios del siglo XX, se organizó la primera Diada, que contó con la ofrenda floral como acto conmemorativo en honor al citado personaje histórico. El día de ayer comenzó precisamente con dicha ofrenda floral a la mencionada estatua, protagonizada por el presidente actual de la Generalitat: Quim Torra. Esta misma mañana ha sido destrozada y reparada de inmediato por la Guardia Urbana.