Autoridades federales del Brasil han revelado recientes casos de trata de personas manipuladas con la fe, para que donaran sus bienes a organizaciones catalogadas como “sectas religiosas”, según se conoció a través del resultado de una investigación hecha por la Policía Federal y el Ministerio de Trabajo.

Más de 900 personas, incluidos niños, eran convencidos por mafias que utilizaban sedes de iglesias evangélicas como fachada, a entregar todos sus bienes materiales a cambio de ser trasladados a zonas menos pobladas de los estados de São Paulo, Minas Gerais y Bahía, donde se resguardarían ante un supuesto “apocalipsis”.

Según dieron a conocer las autoridades, la secta sería conocida por el nombre de “A verdade que marca” (la verdad que marca, en portugués), de la cual habrían sido capturadas 22 personas, responsables de esclavizar a cientos de creyentes, a quienes únicamente se les ofrecía un lugar donde dormir y algunas comidas. Los acusados por el delito enfrentarán penas de hasta 42 años de prisión, según lo contempla la legislación brasilera.

Maurício Krepsky, jefe de fiscalización del Ministerio de Trabajo, dijo que la investigación que inició en 2013, se llevó a cabo al ver el crecimiento patrimonial de los líderes de la organización, y que siguieron la pista de los estados financieros para dar con el paradero de los responsables.

Demanda contra la iglesia universal

Otro de los escándalos financieros que envuelve a algunas organizaciones religiosas, saltó a la vista en 2012 cuando Carla Dalvitt, una mujer oriunda de Río Grande do Sul en Brasil, denunció a la organización denominada como Iglesia Universal para que le devolviera los bienes que había donado, luego de haberle sido “lavado el cerebro”, según dijo a la BBC.

La gaúcha cuenta que todo comenzó en un momento de preocupación y buscó ayuda en la religión para aliviar sus problemas, por lo que recurrió a la Iglesia Universal, donde sus contribuciones iniciales rondaban el 10%, pero después fueron aumentando al punto de tener que entregar electrodomésticos y hasta su carro. Dice que después de reaccionar a la situación se dio cuenta que estaba peor que en el momento que recurrió a la organización para buscar alivio espiritual.

Decisión del tribunal

El caso decidido ahora a favor de Dalvitt, fue apelado por la iglesia señalada en la denuncia, cuyos representantes legales alegan que todo lo que reciben es dado “por libre y espontánea voluntad”. Sin embargo, el pasado martes se dio a conocer que el Supremo Tribunal Federal rechazó el pedido de la organización religiosa, por lo que el caso queda decidido a favor de la ciudadana que dice haber sido víctima del lavado de cerebro.