Turkmenistán, país islámico situado en Asia Central, se opone al derecho de circulación de las Mujeres. Así lo confirmó el diario francés Le Monde, quien apunta a que la medida se ha fundamentado en unas supuestas estadísticas recogidas por el gobierno, en las cuales se pondría de manifiesto una vinculación entre pilotos mujeres y accidentes de tráfico.

Desde el año pasado el gobierno comenzó a retirar permisos de forma progresiva hasta que finalmente dicha decisión se ha formalizado institucionalmente.

El presidente Gourbangouli Berdimoukhamedov, ha obtenido de un tiempo a esta parte fama de caprichoso, por basar sus decisiones políticas en supersticiones y creencias infundadas.

Prueba de ello es que, con anterioridad a esta normativa, se prohibió la circulación de vehículos oscuros, así como modelos coupé, o bien automóviles con cristales tintados, achacando a estas características un halo de infortunio y desgracia. Desde hace un tiempo, las importaciones del sector automovilístico se han visto reducidas radicalmente por las extrañas y arbitrarias decisiones gubernamentales.

La ex-república soviética se convierte por tanto, en el único país del mundo actualmente que restringe de forma oficial el derecho a la circulación para las mujeres, puesto que el gobierno salafista de Arabia Saudí hizo una modificación hace apenas unos meses sobre una ley que restringía el mismo derecho.

Turkmenistán es uno de los mayores ejemplos de la cultura machista que podemos apreciar en el mundo a día de hoy, algo que está estrictamente vinculado a la religión que impera no sólo en la sociedad sino también en la política, el Islam.

Reflexiones

A pesar de que el mandatario sorprenda al mundo occidental con su decisión, lo cierto es que las mujeres ya venían sufriendo con antelación las restricciones totalitarias por parte de las autoridades, en lo que se refiere a la conducción. Preguntas que llegaban a avasallar el terreno personal: quién era el propietario del vehículo, cuántos intentos se realizaron para obtener la licencia, quién se encargaba de la manutención del coche, etc. Esto se hizo habitual entre las ciudadanas turkmenas en los últimos años.

Incluso en ciertas ocasiones, se hacía jurar a la mujer que no volvería a pilotar un vehículo.

Y es que a pesar de que vivamos en una época de reivindicaciones y consignas libertadoras, siempre encontramos un nuevo resquicio de podredumbre moral, de incivilización, y de coerción de las libertades y los derechos humanos.