Cristina Pedroche es una de esas personalidades públicas que se adentran en la pauta social predominante en busca de alimento mediático. Ha visto que es el momento oportuno para reconvertirse en un adalid del feminismo, una de esas instituciones que conforman el Olimpo políticamente correcto en el que vivimos. Esta vez ha lanzado sus críticas hacia la supuesta brecha salarial por motivo de género que existe en España.

Sus declaraciones venían a decir que dicho problema no tiene la suficiente cobertura en el país a diferencia de la vida personal de Cristiano Ronaldo.

Estos comentarios han provocado una fuerte reacción en las redes sociales, donde se la ha acusado de hipócrita, debido a que es sabido que ella cobró el doble de sueldo que su compañero Alberto Chicote en la presentación de las campanadas el pasado 31 de diciembre.

Quizá en sus afirmaciones también se incluía de modo implícito su propio caso y hemos sido nosotros quienes no nos hemos dado cuenta. Es un clásico ver cómo aquellos quienes pretenden erigirse como estandartes de la moralidad y la justicia cierran la boca cuando la injusticia se comete a su favor. Y es que lo peor, Cristina no parece considerar su paga extra como un ejemplo de brecha salarial.

Podemos decir entonces, que la reacción por parte de la gente es comprensible.

Lo que causa cierta duda es el origen de esta nueva máscara pro-feminista y reivindicativa. No sabemos si se trata de una convicción propia o de una orden por parte de superiores, a sabiendas de los beneficios publicitarios y mediáticos que puede reportar el hecho de tener a un personaje público reconvertido a icono justiciero para la jauría de feministas que salvaguardan las redes sociales (y que serían tomadas en excesiva consideración, pues quien hace más ruido no representa la mayoría social).

Pero al margen de incoherencias personales y discursos prefabricados como el que soltó en la noche de fin de año, el motivo por el que Cristina es tildada de hipócrita es por haber aprovechado un privilegio teóricamente contrario a las tesis del feminismo. Y es que, el motivo del aumento de sueldo respecto a sus compañeros viene dado no por una función distinta ni por una cuestión de jerarquía, sino por cosificarse para generar mayor audiencia.

La "cosificación y sexualización de la mujer" son conceptos que todos hemos oído en boca de las feministas (por supuesto para denunciarlo), por lo que no parece que dicho acto concuerde con el ideario que dice respaldar.

No deja de resultar curioso, cómo el hecho de presentarse con un vestido transparente y sugerente lo ensalza como un símbolo de libertad femenina, pues la libertad por definición es incondicional, y en este caso el fruto de su reivindicación libertadora en lo que atuendos se refiere parece venir condicionada por un suculento premio a sus virtudes y atributos.

Ni falta hace decir, que cualquier persona es libre de llevar puesto lo que quiera en la ocasión que sea, pero dadas las circunstancias, Pedroche se ha hecho merecedora por esta vez de el calificativo de hipócrita.