Tras una final sin chicha ni limoná frente al joven griego Stefanos Tsitsipas, que a duras penas le ha arañado dos juegos en el primer set y uno en el segundo.
Rafael Nadal, indiscutible rey del tenis y el mejor jugador de la historia –por lo menos en arcilla- extiende una vez más los límites de su imperial dominio en tierra batida, firmando el mejor inicio de temporada en esa superficie de su ya larga y prolífica carrera, lo cual es un hito sorprendente en un jugador que lo ha ganado todo y en grandes cantidades.
Rafa, campeón superando sus propios récords
¿Cómo se explica que a sus 31 años haya podido alcanzar ese estado de gracia en su juego, que lo vuelve aún más imbatible de lo que era antes y le permita conquistar sus títulos con más facilidad de lo que hacía en el pasado reciente? Recordemos que en las últimas temporadas las lesiones y ciertos bajones anímicos acompañados de serias crisis de confianza hicieron tambalearse su hasta entonces imperial hegemonía en el circuito ATP, especialmente durante el tramo de temporada que transcurría en tierra batida, cuyos torneos con frecuencia no eran más que un pasacalles del incombustible Rafa.
Lo cierto es que han cambiado cosas en Nadal y en su juego y esos cambios se han propiciado precisamente desde que se produjo el relevo en la dirección del equipo técnico que secunda sus pasos profesionales, al ser sustituido su tío Toni, cuya aportación quizá estaba algo agotada después de implicarse en cuerpo y alma en mejorar las prestaciones de su sobrino desde que éste inició la meteórica carrera que todos conocemos.
Las tres claves de una mejora evidente
Sea casualidad o no, desde que se ha convertido en su entrenador oficial Carlos Moyá -en el pasado también él un gran campeón de tenis que llegó a ser número 1 y ganó el Roland Garros, y para más inri amigo personal y paisano mallorquín- Rafa Nadal ha experimentado ciertos cambios innegables que sin duda están detrás del asombroso nivel de juego exhibido en Montecarlo y ahora en Barcelona.
Tales cambios podrían sintetizarse en tres claves: más agresividad general en su juego, mayor solidez psicológica para afrontar las dificultades y más acierto en el primer saque.
De modo que Nadal logra rizar el rizo de lo imposible y hacer realidad el dicho circense del “todavía más difícil”. El mallorquín es ya una leyenda en vida del que huyen sus rivales directos cuando no están en plena forma para plantarle cara…
Los aficionados al deporte de la raqueta tenemos Rafa para rato, lo cual también es un motivo de celebración para la denostada marca España, a la que tanto bien le hacen los meritorios éxitos de Nadal y ese espíritu suyo conciliador y de constante superación personal.