No es el primer escándalo del mejor golfista de todos los tiempos y estimo que tampoco será el último. tiger woods ha sido arrestado por la Policía de la isla de Júpiter (Florida), lugar en el que tiene una fastuosa mansión desde el año 2006, a solo 50 kilómetros de una de las residencias del actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump (adonde se dirigirá a descansar cuando se harta de empujar primeros ministros europeos en alguna cumbre de la OTAN).
Woods conducía en sentido contrario por una céntrica avenida de dicha isla y en estado de “intoxicación” cuando ha sido detenido por una patrulla de policía. Tras el hecho fue llevado a la comisaría local, se le ha tomado declaración y también la fotografía de rigor que como reguero de pólvora ha corrido y prendido por todo el ciberespacio. En ella se le ve serio, cansado, sin afeitarse y con una mirada fría que nada tiene que ver con la alegría que transmitían sus ojos al ganar torneos de Golf.
Las voces lapidarias no se han hecho esperar. Se dice que ya no es un ejemplo, que los jóvenes no deberían tomarlo como modelo a seguir y se le ha tirado barro y más barro encima pues ya no es el hombre perfecto.
Nunca comprenderé por qué se quiere buscar en los deportistas modelos a seguir. Si no son más que niños o jovencitos (en su gran mayoría) que lo único que han hecho durante su corta vida es destacar gracias a sus dotes físicas. “Saltan a la cancha” a hacer lo que mejor saben y eso no implica convertirse en personas buenas o en modelos a seguir.
¿Por qué Fernando Alonso, Rafa Nadal o Pau Gasol deben mostrar buenos valores y preocuparse por el futuro de los niños del mundo? ¿Por qué Tiger Woods, Lance Amstrong o Andre Agassi deben o debieron “educar y ser ejemplo” de miles o millones de jóvenes admiradores, cuando esa función correspondería a los padres de esos mismos muchachos?
No digo que no deban ser buenos y ejemplares (¡si lo desean y lo son, fantástico!); digo que las personas públicas no tienen la obligación de convertirse en modelos a seguir.
Señalar es fácil
Es muy cómodo criticar desde el sofá mirando la televisión al deportista en desgracia y llamarle borracho mientras te bebes una lata de cerveza con tu hijo al lado. Es muy fácil pedirle a los otros que eduquen a tus propios niños y excusarse en las obligaciones diarias para no ser mejores padres, ejemplares, modelos a seguir. Olvidamos que esos deportistas son tan humanos como nosotros con la diferencia de que su metedura de pata saldrá en las primeras planas y en todos los noticiarios del mundo.
No me extraña que se harten, que quieran dejar de jugar a eso a lo que juegan tan bien y estrellar su Ferrari contra la primera palmera que se les cruza por el camino. Tiger Woods ha tocado fondo, dicen algunos.
Si dijéramos eso de todos los padres, hombres y maridos que han cometido un error aniquilaríamos moralmente y en segundos a la mitad de la raza humana.
Nos gusta ver la paja en el ojo ajeno y no la viga que está en el nuestro. Tiger Woods puede que nunca más vuelva a jugar al golf como lo ha hecho antes. Las lesiones y la edad lo minan. Lamentablemente se le recordará por sus derrotas personales y no por sus triunfos en los campos de golf. ¿Lo dudan? El tiempo lo dirá.