El mismísimo Miguel de Cervantes, en una de los obras cumbre de la literatura universal, 'El Quijote', recuerda un suceso que sucedió en el siglo XVI y que tuvo como protagonista al doctor Eugenio Torralba. En él, se menciona una extraña relación entre el médico y un duende que lo acompañaba en todo tipo de peripecias.
El doctor Torralba entra en contacto con un misterioso duende
Eugenio Torralba nació en Cuenca a finales del siglo XV. Desde muy pequeño comenzó sus estudios en Medicina en Italia, aunque, entre bambalinas y en secreto, era un consumado aficionado a la astrología y a la nigromancia, ciencias consideradas como prohibidas en su época.
Y gracias a estos conocimientos tildados de heterodoxos, el propio doctor Torralba consiguió entablar una relación con un supuesto duende. Este era un personajillo menudo que aseguraba ser en realidad un "genio" o espíritu familiar que aseguró al médico que lo acompañaría durante toda su vida, ya fuera en sus aventuras o desventuras.
Este duende se materializaba a Eugenio Torralba en forma de un anciano que hablaba en latín y en idioma toscano. El pequeño geniecillo no dudaba en aconsejar al doctor Torralba en sus prácticas profesionales como médico, pero también le anticipaba sucesos futuros que iban a acontecer en los meses siguientes. Así, el duende profetizó eventos importantes como la muerte de Fernando el Católico o el nombramiento del cardenal Cisneros como el regente de Castilla.
Aunque el episodio protagonizado entre el licenciado conquense y el supuesto duendecillo estaba aún por llegar.
El doctor Torralba viaja a Roma en tiempo récord ayudado por el duende
El 6 de mayo de 1527, el geniecillo profetizó el famoso saqueo de Roma y tomó la decisión de coger en volandas al doctor Torralba para que lo presenciara en pimera persona.
El duende lo subió en una caña y lo transportó volando a la Ciudad Eterna desde Madrid, para luego volver a Valladolid en menos de un día y dar la noticia del saqueo por parte de las tropas imperiales de Carlos V antes que los mensajeros pudieran hacerlo.
Esto levantó sospechas en el seno de la Inquisición española, que decidió arrestar a Eugenio Torralba.
En los interrogatorios, admitió tener un duende familiar, pero que este "era bondadoso y que solo le daba consejos". Pero entre tortura y tortura, finalmente el doctor conquense admitió que aquel misterioso ser que le llevó volando a Roma podría ser un demonio. Finalmente, Torralba fue indultado tras haber pasado varios años en prisión y jamás volvió a saber nada de aquel duende enigmático. De hecho, su historia se podría haber perdido de no ser por los archivos inquisitoriales y por ese hidalgo de La Mancha que contaba Historias a su fiel escudero Sancho en medio de su cuerda locura.