Salamanca es una ciudad que encierra misterios, leyendas y magia... Mucha magia. Entre esas Historias que tienen como escenario la Ciudad del Tormes, también hay algunas que hablan sobre extrañas criaturas fantásticas que no lo serían tanto y que causarían estragos, tanto para bien como para mal, entre los vecinos salmantinos. Y uno de ellos sería el duende apredeador de Salamanca.

El duende apedreador de Salamanca que causaba pánico entre los vecinos

El escritor astorgano Antonio de Torquemada da a conocer en Jardín de flores curiosas, su obra más famosa publicada en 1570, al duende que apedreaba a los vecinos en Salamanca.

Según relata el autor renacentista en su obra (salió a la luz de forma póstuma), cuando tenía diez años y estudiaba en la ciudad salmantina conoció la existencia de un trasgo que se había adueñado de una casa donde hacía de las suyas. Cuenta que en dicha casa, perteneciente a una mujer viuda y de avanzada edad, el duende se dedicaba a burlarse de las cinco mujeres que tenía a su servicio, así como a arrojarlas piedras tanto a ellas como a los invitados que asistían a la vivienda.

Lo más curioso que narra Antonio de Torquemada sobre el caso del duende que tiraba piedras en Salamanca es que este nunca dañaba a las víctimas de sus travesuras, asegurando que "no les hacía mal alguno". Sin embargo, la historia tuvo que estar tan presente en los mentideros de la ciudad que todo lo que se decía sobre el trasgo llegó a oídos del Corregidor.

Este, junto a 20 hombres, decidió personarse en la casa para averiguar qué había de cierto en todo lo que decían sus conciudadanos.

La solución fue un exorcismo en la casa donde estaba el duende

El Corregidor y su equipo de "cazaduendes" tuvieron que darse la vuelta al ver nada más entrar por la puerta, una lluvia de piedras que aparecían de la nada caían sobre el grupo.

Tomaron la decisión, por tanto, de darse media vuelta sin haber conseguido dictaminar qué es realmente aquello que lanza piedras sin ton ni son. Un alguacil decidió retar al duende tirando una piedra al vacío dentro de la casa: "Si tú eres demonio o trasgo, vuélveme aquí esta misma piedra". Dicho y hecho. De pronto, le cayó la misma piedra que había lanzado desde el techo, golpeando su gorra sin provocar ningún rasguño en el alguacil.

El revuelo causado en Salamanca a cuenta del trasgo fue tan grande que según Antonio de Torquemada tuvieron que tomar medidas para acabar con aquel travieso duende apedreador. Optaron por llamar al cura de Torresmenudas, pueblo situado al norte de la provincia, pues tenía fama de exorcista. El cura se presentó en la casa, empezó a bendecir cada rincón y, tras realizar una serie de conjuros, jamás se volvió a ver a aquel duende, y finalmente Salamanca respiró aliviada de verse liberada de las burlas, y sobre todo de las piedras, que arrojaban un misterioso duende a todo aquel que pasaba por su vivienda.