Tal día como hoy 18 de Febrero pero en 1541, se mandaba construir la lonja de mercaderes de la ciudad de Zaragoza. Su construcción duraría tan solo 10 años y cayó a cargo del maestro de obras Juan de Sariñena, maestro que ya participó en la de Valencia y Mallorca.

La lonja de Zaragoza, una construcción de casi 500 años

A diferencia de otras capitales de la antigua Corona de Aragón, tales como las ya mencionadas Valencia o Palma de Mallorca, que tuvieron lonjas de factura gótica construidas en el siglo XV, Zaragoza no tuvo la suya hasta mediados del siglo XVI.

Ésta, la lonja zaragozana, resulta una construcción sobresaliente de la arquitectura civil aragonesa renacentista y refleja la prosperidad económica que vivía la ciudad en aquéllos momentos.

Fue mandada construir por el Concejo de la Ciudad a solicitud del arzobispo de la misma, don Hernando de Aragón, con la finalidad de que por fin los mercaderes tuviesen un lugar adecuado e idóneo para realizar sus transacciones comerciales que se hacían hasta entonces junto a la Catedral de San Salvador (comúnmente conocida como la Seo). Para ello, se tuvieron en cuenta las lonjas anteriormente ya mencionadas.

Juan de Sariñena era un reconocido y prestigioso maestro de obras de los territorios que conformaban la Corona de Aragón y no fue difícil que Zaragoza le encargara esta construcción.

La construcción se comenzó bajo su supervisión un 18 de febrero de 1541 hasta 1545. Fecha en la que le sustituye en el cargo otros maestros, entre ellos, Alonso de Leznes hasta la conclusión de la obra en 1551.

Una muestra de lujo de la arquitectura civil renacentista aragonesa

El edificio presenta planta rectangular y está construido en ladrillo.

Hoy lo podemos contemplar totalmente exento de ellos, pero hasta hace unas décadas todavía presentaba edificios adosados.

La disposición de pisos que podemos contemplar al exterior no se corresponden con la distribución del espacio interior. En cada lado del piso bajo hay tres grandes vanos formados por arcos de medio punto, que quedan enmarcados en alfiz, de los que el central hace de puerta.

Sobre este piso se dispone una faja de rectángulos ciegos, los cuales le dan dinamismo a la fachada con sus contrastes de luces y sombras. Encima del friso se disponen una serie de ventanas de medio punto dobladas, a través de las que se ilumina el interior del edificio.

El último piso es la típica galería o mirador de arquillos, dentro de la tradición aragonesa del renacimiento, con vanos bíforos y antepechos. La única decoración del exterior aparece en este piso superior en forma de óculos u orificios que alojan medallones de yeso decorados con cabezas policromas de diversos personajes ilustres de la Zaragoza renacentista. Finalmente, la construcción se remata con un alero volado de madera y cuatro torrecillas en cada esquina.

Exterior de clara factura renacentista, pero interior siguiendo los parámetros del gótico

El interior de la lonja es un gran salón dividido en tres naves a la misma altura por medio de 8 hermosas y estilizadas columnas anilladas de orden jónico. Las columnas fueron diseñadas por el famoso escultor Gil Morlanes el joven, autor también del resto de la decoración. Unas columnas que soportan unas vistosas bóvedas de crucería estrellada, con hermosos florones de madera dorada en las claves de cada bóveda. Elementos constructivos que le dotan al espacio interior de un carácter unitario, diáfano y luminoso.

A la altura del arranque de las bóvedas, una inscripción recorre todo el interior con un texto que hace alusión a la terminación del edificio en 1551.

Asimismo, sobre los capiteles de las columnas podemos ver a unos angelotes soportando el escudo de la ciudad.

Es de destacar también, la portada que comunicaba con las casas de la ciudad en la que se encuentra un gran escudo policromado del emperador Carlos V, que queda sostenido por un par de leones.

La lonja zaragozana, diferentes usos a lo largo de sus siglos de existencia

Además de las actividades mercantiles que en este edificio se realizaban, también se instaló la tabla de depósitos y de cambio y el espacio sobre las bóvedas servía para almacenar las armas de la ciudad renacentista (picas, lanzas, arcabuces,...).

A finales del siglo XVIII se celebraban en su interior representaciones teatrales.

Aunque siguió teniendo la función de almacén municipal. Desde la década de 1960 hasta la actualidad se ha venido utilizando para festejos, actos culturales y celebración de grandes exposiciones organizadas por el Ayuntamiento de Zaragoza.

En la actualidad se realizan sobre todo exposiciones -tanto de pintura, fotografía, como de escultura- de gran tamaño. Aunque si bien es cierto, cada vez con menos periodicidad.