Hoy nos trasladamos a través del túnel del tiempo a la romana Emérita Augusta (actual Mérida) para hablar de un personaje muy interesante y curioso: un auriga (conductor de carro tirado por caballos) destacado de aquél circo romano, Cayo Apuleyo Diocles.

Pero antes, les vamos a explicar en qué consistían este tipo de espectáculos romanos...

El circo romano -junto con el teatro y el anfiteatro- era uno de los edificios públicos dedicados a espectáculos más codiciados entre los ciudadanos de la antigüedad.

A diferencia del teatro en el que se representaban representaciones teatrales y, en el anfiteatro, representaciones gladiatorias; por su parte, en el circo, se producían carreras de carros (de dos, tres incluso hasta de cuatro ruedas, tirados por caballos).

Era éste -el circo- el que encendía más pasiones y partidismos más radicales entre los romanos.

El circo romano, una construcción que reunía a las masas

El circo, de gran extensión kilométrica, tenía planta rectangular alargada y cuyos lados menores formaban un arco de circunferencia. El interior de la pista quedaba dividida por un bajo muro alargado, situado en medio, que recibe el nombre de spina, sobre el que se colocaban obeliscos, procedentes en su gran mayoría de Egipto, estatuas de divinidades, entre otros elementos como surtidores y siete grandes huevos de madera o delfines esculpidos en piedra que servían para contabilizar las siete vueltas de las que constaba cada carrera. Los caballos y los carros con los aurigas esperaban el momento de la salida en la línea salida, llamada carceres.

El circo romano más célebre, más conocido es el Circo Máximo en Roma, del que apenas quedan vestigios arqueológicos y se situaba en la actual Piazza Nabona de la Città Eterna. Y el mejor conservado de la península ibérica es el circo romano de Mérida.

Cualquier ciudadano romano, de libre condición, podía asistir a este tipo de carreras de carros e incluso apostaban al mejor conductor de carros.

Uno de éstos era este Cayo Apuleyo, del que hoy le hacemos su correspondiente homenaje.

El auriga más aclamado en el circo romano emeritense

Cayo Apuleyo Diocles fue un auriga natural de Emerita Antigua, actual Mérida, nacido en el 104 d.C., quien se convirtió en el deportista emeritense más aclamado de la Historia dentro de esta categoría deportiva: la carrera de cuádrigas.

Los aurigas pertenecían normalmente a la escala más humilde de la sociedad romana, llegando a ser muchos de ellos presos o esclavos.

Dentro de esta modalidad de carreras de cuádrigas, se distinguen diversas categorías, según los tipos de carros: bigas (ref: carros tirados por dos caballos), trigas (los carros tirados por tres caballos) y cuadrigas (aquellos carros tirados por cuatro caballos). Resultando ésta última, la más reconocida por su espectacularidad.

Cayo Apuleyo compitió desde los sus 18 años hasta su retirada definitiva a los 42 años (146 d.C.). El estilo de Cayo Apuleyo en sus carreras consistía en hacer largos sprints finales, en los últimos metros, para acabar sometiendo y superando a sus adversarios.

A su retirada, amansó la gran fortuna de 35.863.120 sestercios, la friolera cantidad de 13.600 millones de euros. ¿Parecido al fútbol actual? Tanta fue su fama, que a su retirada, en el circo de Roma se erigió una estatua en su honor.

Aunque, también debemos señalar que, a pesar de sus proezas deportivas, Apuleyo no era ni mucho menos un hombre cultivado. Es más, era analfabeto. Aunque esto no era óbice por aquellos tiempos para que se convirtiera en auténtico ídolo de masas. Pan y circo.

El homenaje de Jesús Martínez Álvarez en 1918

"Con el silbar del látigo encendido,

estalla el pan y circo desde Emérita.

Sus ecos se oyen por todo el imperio,

llamando a los aurigas entrenados,

rodeados de caballos y cuadrigas.

La religión del pueblo enfebrecido

atrae muchedumbres a la Emérita

que en el fragor del circo es más Augusta.

Visibles los delfines contadores

de las interminables siete vueltas

a la espina, el eje del hipódromo.

Erguidas las cabezas, los caballos

con furiosos relinchos repelosos,

son un tirón de fuerza hacia adelante.

Solo sienten el pulso del auriga

en plena intensidad por la victoria.

Encarnizada lucha por la Palma,

trofeo del primero en la llegada".

Podríamos contar muchas más anécdotas y detalles acerca de este deporte y espectáculo romano tan curioso, pero lo dejamos para un próximo artículo.