Mucho se ha escrito sobre Juego de Tronos. Pululan por la red teorías de todo tipo y el material acerca de Juego de Tronos, sea como serie o como novela, no hace más que crecer. Así es como Juego de Tronos se ha convertido en una referencia para muchos creadores.

Pero, a su vez, también Juego de Tronos contiene en sí múltiples referencias a otras obras literarias. Hoy vamos a destacar su conexión con varios personajes literarios o históricos del pasado, a través de Renly Baratheon, malogrado pretendiente a Rey.

Renly Baratheon en la Batalla del Aguasnegras

En Choque de Reyes, la segunda entrega literaria de Canción de Hielo y Fuego, las tropas de Stannis Baratheon atacan Desembarco del Rey en una operación anfibia a gran escala. Su flota se interna en la Bahía del Aguasnegras mientras parte de su infantería y caballería tratan de tomar posiciones en la ribera sur.

La idea de Stannis era transportar en barcazas rápidas la parte de su ejército que estaba en la ribera sur hasta la ribera norte, para asediar la ciudad y posteriormente tomarla, tras hacerse con la bahía y destruir a la pequeña flota real.

Sin embargo, las cosas se tuercen dramáticamente para Stannis, no sólo porque la flota es destruida casi por completo debido a la acción del fuego valyrio, sino también porque el ejército Baratheon al sur fue tomado por sorpresa desde su retaguardia por los ejércitos combinados de los Tyrell y los Lannister.

En medio de esta batalla, muchos vieron al fantasma de Renly Baratheon luchar contra las tropas de su hermano, con su ornamentada y lujosa armadura de batalla, resucitado para sembrar el caos y la confusión entre sus enemigos.

Martin lo narra de la siguiente manera:

“- Lord Twyn en persona comandaba su ala derecha al norte el río, con Randyll Tarly al mando del grueso y Mace Tyrell al mando del ala izquierda, pero fue la vanguardia la que ganó la batalla. Atravesaron las fuerzas de Stannis como una lanza atraviesa una calabaza; gritaban como demonios vetidos de acero. ¿Y sabéis quién iba al mando de la vanguardia? ¿Lo sabéis? ¿Lo sabéis?

- ¿Robb? -Era un sueño imposible, pero...

- ¡Era Lord Renly!

¡Lord Renly, con su armadura verde, y el fuego reflejado en sus astas doradas! ¡Lord Renly, con la lanza en la mano! ¡Se dice que mató a ser Guyard Morrigen en combate singular, y también a otra docena de grandes caballeros! ¡Era Renly, era Renly, era Renly! ¡Oh, mi querida Sansa, los estandartes! ¡Quién fuera caballero!” (Choque de Reyes, Sansa)

Según testigos presenciales, esta “aparición” tuvo un efecto terrible en el ejército de Stannis, y muchos arrojaron las armas y huyeron despavoridos al contemplar cómo Renly en persona había vuelto de los muertos para pelear contra ellos.

De forma que Renly, que sepamos, fue el primer rey de la historia de Poniente que “venció” en una batalla después de muerto.

Incluso se llevó la gloria y la alabanza de muchos de los soldados supervivientes.

Obviamente, no era Renly, pero sí su armadura. Sabemos por ser Garlan Tyrell que fue él mismo quien portó la armadura de Renly, que estuvo casado con su hermana Margaery Tyrell y era, por tanto, su cuñado.

Pero no es la primera figura literaria que protagoniza un hecho similar. O por mejor decir, no es la primera vez que algo parecido aparece en las narraciones literarias, con mayor o menor carácter legendario. Al menos pueden citarse otros tres famosísimos casos.

Teseo

En el año 490 a.C., en la batalla de Maratón, que decidió la Primera Guerra Médica entre griegos y persas, a pocos kilómetros de Atenas, atenienses y aliados vencieron a las fuerzas de Darío I, y mantuvieron la independencia de las ciudades-estado griegas frente al Imperio.

Según Plutarco, escritor romano, el héroe Teseo, hijo de Poseidón, que fue rey de Atenas, vencedor del Minotauro, que había sido rescatado ya una vez del inframundo por Heracles y que había muerto por la traición de un rey envidioso, regresó del más allá temporalmente para enfundarse la panoplia griega y luchar a favor de los atenienses contra los persas.

A su ayuda atribuyeron muchos la victoria contra un ejército que doblaba al de los atenienses.

Julio César

El conquistador de la Galia fue asesinado en el 44 a.C. por un grupo de senadores, encabezados entre otros por Cayo Casio Longino. Tras su muerte, se desató una guerra civil entre los partidarios de César y los líderes de los conspiradores que le llevaron a la muerte.

La batalla de Filipos, que enfrentó a las fuerzas de Marco Antonio y Octavio (miembros del Segundo Triunvirato) contra las fuerzas de los asesinos de Julio César: Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino, en el año 42 a. C., en Filipos, Macedonia.

Narra Valerio Máximo en su obra “Dichos y hechos memorables” que, en medio de la batalla, vieron aparecer al mismísimo Julio César combatiendo y dirigiéndose a su enemigo Cayo Casio Longino:

“Cuando Cayo Casio –quien no debe nombrarse sin que lo preceda el apelativo de parricida público- se mantenía firme en la batalla de Filipos con ardorosísimo espíritu, lo vio con un porte más augusto que el de un ser humano, envuelto en un manto púrpura, con expresión amenazante, y lanzándose contra él al ataque en su veloz caballo.

Completamente aterrado por esta visión, dio la espalda al enemigo, no sin antes emitir estas palabras: ¿Qué más hacer, pues, si haberlo matado no es suficiente?”

El Cid Campeador

Rodrigo Díaz de Vivar es el gran personaje de la Reconquista española. Vivió y murió en el siglo XI, y reunió en torno a él una gran cantidad de caballeros que lo siguieron en su exilio de Castilla y sus correrías y batallas, que terminaron en Valencia, ciudad que logró conquistar, arrebatándola a los almorávides.

Las noticias que tenemos de él proceden sobre todo de los poemas heroicos y leyendas medievales, de los cuales la más importante es sin duda el Cantar del Mío Cid, que es la primera obra poética extensa de la literatura española y el único cantar épico de la misma conservado casi al completo.

El Cid, como se lo conoce por la obra citada, se ganó fama de gran guerrero e invicto general. Murió en Valencia en el año 1099.

Tanto era el temor que infundía en sus enemigos, que lo creían invencible, y el fervor que suscitaba en sus aliados, que no tardó en plasmarse por escrito el relato de la victoria del Cid después de muerto sobre los moros gracias a la treta de colocar su cadáver sobre su caballo para hacer creer al enemigo que no había fallecido. Es la “Leyenda de Cardeña”, escrita alrededor de mediados del siglo XIII.

Epílogo

Como vemos, la literatura universal es una inmensa red de ideas, de figuras, de elementos, que sin constituir plagio van trasvasándose de unos recipientes a otros, inspirando, alimentando y moviendo las creaciones de los autores en todos los siglos, haciendo que exista un código común a todas las épocas, mediante el cual un hombre del siglo XXI puede leer sin sentirse confundido una obra del siglo V a.C.

y darse cuenta de que está en la misma corriente de la historia.

George R. R. Martin, que en muchas ocasiones ha mencionado a sus autores preferidos y algunas de las fuentes de su inspiración, ha usado en esta breve historia, incluida dentro de la Batalla del Aguasnegras, un elemento muy antiguo en la literatura, adaptándolo a su propia saga, con los matices y colores de su propia creación, sin copiar a nadie, pero dejándose llevar por los caminos que otros abrieron.