Después de haber analizado la temporada en general hasta el 4º episodio, y también el 5º episodio con spoilers, analizamos el sexto (y penúltimo) capítulo de la séptima temporada de Juego de Tronos, titulado "Más allá del Muro", emitido el día 21 de agosto pasado. Tres dragones, tres cabezas, tres tramas...
Para los fans, una de las teorías más importantes desarrolladas a lo largo del tiempo, de las visiones de Daenerys en la Casa de los Eternos, es la de las "Tres cabezas del dragón". Esta teoría conecta con el escudo de armas de la Casa Targaryen, y sustenta que cada uno de los tres dragones de Daenerys será montado por un jinete diferente (las tres cabezas).
Tres dragones para tres jinetes. La visión de Daenerys en la Casa de los Eternos donde aparece su hermano Rhaegar hablando de sus hijos y diciendo que "el Dragón tiene tres cabezas, tiene que haber uno más", se conecta íntimamente en la misma escena con la (más famosa aún) teoría del Príncipe que fue Prometido, y ha sido interpretada como atribuida a Daenerys y a sus hijos, los dragones. Tuvo tres. Ella es uno de sus jinetes. Faltan dos.
La serie dejó atrás los libros hace mucho. Se va adentrando en el terreno que hasta ahora estaba reservado a las profecías internas de la historia y, por supuesto, a las teorías de los fans.
Hace unos capítulos, Melisandre habló sobre el Príncipe que fue Prometido, y lo identificó con el mítico Azor Ahai; aclaró que podría no ser un hombre, sino una mujer.
Es más, podría ser dos personas al mismo tiempo, señalando como principales aspirantes a Jon Nieve y a Daenerys.
Si fuera así, ya tendríamos dos jinetes de dragón. Pero ¿y el tercero? Muchos fans querrían que fuera Tyrion. Ello podría ser razonable, teniendo en cuenta que los dragones, que al parecer sienten o notan la genética de las personas, y aceptan de buen grado a quienes tienen ascendencia de la Casa Targaryen, ya tuvieron un encuentro con Tyrion y lo aceptaron.
Igual sucedió con Jon.
Sin embargo, la serie vuelve a sorprendernos. Este sexto capítulo nos deja con la boca abierta, porque el tercer jinete del dragón podría no ser un hombre ni una mujer.
Comenzamos en Rocadragón. Quizás los guionistas querían simplemente realizar un planteamiento clásico, pero esta trama es la más intrancesdente del capítulo.
Situemos la escena. Seguimos en la Cámara de la Mesa Pintada, en cuyo centro hay una inmensa tabla tallada por orden de Aegon el Conquistador. Tyrion y Dany charlan sobre la guerra y la campaña. La reina sigue echándole en cara a Tyrion sus fracasos militares frente a su hermano Jaime. Continúa desconfiando injustificadamente de él, y casi resulta humillante para el brillante Tyrion. Está claro que sus consejos cada vez son menos relevantes para la reina. Pero, ¿de qué sirve un consejero al que no se escucha?
La reina dragón debería saber que no es conveniente minusvalorar al Gnomo, un hombre con más recursos de lo que parece. Su relación se deteriora por momentos, pero Tyrion aguanta y calla todavía.
Ya veremos en qué termina esta absurda posición de Daenerys, incapaz de reconocer que Tyrion firmó su propia sentencia de muerte, que su hermana ejecutaría con gusto, el día que se unió a la causa de los Targaryen.
Esta trama es interesante sólo porque nos enseña que Tyrion intenta calmar y domar los arranques de ira que se han manifestado en Daenerys, y que se convierta en su padre. Se juega el puesto y algo más reprochando a su reina su actuación con los Tarly. Ella es terca. Está nerviosa. Se muestra agresiva. Es evidente que el pequeño consejero comienza a resultarle ingrato. Ella quiere conquistar Poniente por la fuerza y el fuego. Pero él pretende que lo haga por la astucia y sin recurrir a calcinar a todos sus enemigos.
Le recuerda que ella dijo un día que soñaba con "romper la rueda".
Para los fans, es doloroso ver a Tyrion tan desaprovechado. Está solo. Su reina no lo escucha y se esfuerza en enojarlo. Su familia lo repudia (es mutuo, salvo con Jaime). Su Casa se ha perdido. No tiene futuro sin la conquista. Y no tiene a nadie con quien desahogarse. En toda la temporada no ha perdido el rictus de la melancolía, del miedo. Pero Tyrion es mucho más, merece mucho más. Quizás, en el fondo, sea una nueva treta del viejo Martin... ¿Nos está preparando para su muerte?
Otra que tiene mala cara es Sansa. Poco a poco está comprendiendo que su hermana es mucho más de lo que parece, que no ha olvidado lo que pasó, y que es peligrosa.
Se siente amenazada. Arya descubrió la carta que Sansa escribió a su hermano Robb para que se rindiera cuando el Rey Robert Baratheon murió (Meñique la puso a su alcance...). Y no tiene reparo en acusar a su hermana de traidora y de la muerte de su padre. La amenaza con enseñársela a los banderizos de los Stark, y provocar su enojo. Le echa en cara no haber aceptado que Jon fuera elegido rey y estar demasiado apegada a su puesto como Señora de Invernalia.
Sansa, que ahora parecía tan segura, se ve invadida por un miedo que no esperaba. Ha descubierto a su vez que Arya guarda en su maleta de viaje varias caras. Entonces se produce una de las conversaciones más extrañas y sabrosas de la serie, en la que Arya relata crípticamente quién es y a qué se dedica.
Y le muestra el puñal de acero valyrio que Bran le regaló, en un gesto que parece amenazante, aunque finalmente se lo entrega a su hermana por la empuñadura.
La reacción de Sansa es acudir a Meñique. El rey de las intrigas, que ha urdido esta desavenencia entre hermanas, estaba preparado. Sabe provocar y manejar el miedo. Su plan pasaba por enfrentar a las hermanas y terminar siendo el salvador de Sansa, aterrorizada. Por eso, siembra la duda sobre Arya. Pretende que Sansa se sienta vulnerable. Trata de conducirla hacia el odio con Arya.
Meñique apela al escudo juramentado de Sansa, Brienne de Tarth. Le sugiere a Sansa que la envíe contra Arya. Quizás crea que una de las dos morirá, y que de paso la enemistad entre hermanas, en el caso de que Arya sobreviva, será ya eterna.
Imagina a Arya, vengativa, clavando un puñal en el pecho de Sansa, y al Norte pidiéndole ayuda a él y a sus caballeros... Quizás, en el fondo, si no puede tener a Sansa, prefiere que esté muerta. Y sospecha que la ira de Arya puede conducirla a algo así.
En todo caso, Sansa recibe, como Daenerys, la invitación para ir a Desembarco del Rey a reunirse con Cersei. La Señora de Invernalia, en cambio, no acudirá. En su lugar, a pesar del consejo en contra de Meñique, decide enviar a Brienne. Ha escuchado a Baelish, pero no le ha hecho caso. Brienne y Arya no se matarán mutuamente. En esto, como en otras ocasiones, Sansa demuestra que puede controlar sus emociones y ser más astuta que su mentor. Aún le queda resolver el "problema" de Arya, pero no está dispuesta a seguir al pie de la letra los consejos de Meñique.
La tercera trama es la más apasionante, aunque también la más polémica. Quizás resulte tan divertidamente simple como una novela pulp, en las líneas maestras de su desarrollo, pero contiene algunas escenas de diálogo reveladoras, y el final es sorprendente.
La extraña compañía organizada por Jon Nieve para capturar a uno de los muertos se interna en el helado norte, y durante muchos minutos no hace otra cosa que hablar y hablar. Estas conversaciones son mucho más importantes de lo que parece. Nos muestras a personajes con vida propia, con aspiraciones, con miedos, con sentimientos de vergüenza o de contrición. Aunque parecen sacadas de contexto, extrañas en un mundo tan asolado y con la amenaza que pende sobre ellos.
No obstante, algunas son deliciosamente divertidas, como la de Tormund y el Perro sobre Brienne. Y otras resultan emotivas y darán para muchas teorías de fans, como las de Jon con Jorah o con Dondarrion.
En realidad, se trata de guiños a los fans y de hilos pendientes de cerrarse. No tienen excesiva trascendencia, incluso esquematizan demasiado a personajes como Gendry, relegado al mero papel de gélido Filípides. Pero desde luego vale la pena verlas y escucharlas varias veces.
El objetivo de la expedición no puede ser más ambicioso: llevar a un muerto viviente a Desembarco del Rey para convencer a Cersei de que es necesario aunar fuerzas para luchar contra la amenaza de los Caminantes. Para ello, lógicamente hay que capturarlo.
Inevitablemente, este grupo de héroes de la espada se encuentra con una dificultad enorme: secuestrar a uno de los muertos, y enfretarse al resto, que son miles, además de los Caminantes. La acción se vuelve frenética, los muertos los acosan. Se refugian en la isla central de un río helado. Acorralados, son asaltados por todas partes por una horda de espectros cuyo número no cesa. Thoros de Myr muere, tras las heridas sufridas por el ataque de un oso polar putrefacto (escalofriante escena, de lo mejor del capítulo, reminiscencia del Puño de los Primeros Hombres...).
Entonces, cuando ya no hay salida y la muerte es inminente, Daenerys, avisada previamente por el maratoniano Gendry y un cuervo express, aparece con sus dragones, destruyendo a los muertos con su fuego.
Hasta aquí lo previsible. El recurso “Deus ex machina” casi era esperado, y no resulta especialmente original, aunque al menos estaba siendo preparado previamente y tenía cierta motivación.
Pero entonces la serie aprieta un poco más. El Rey de la Noche abate con una lanza a Viserion, uno de los dragones, que cae muerto en el lecho del río. Sin duda, éste es el momento que ninguno de los espectadores imaginaban. Más de uno quedó con rostro de no entender nada. En cierta manera, en situaciones como ésta, es donde Juego de Tronos se parece más a sí misma. Muchos recordaron en este punto la muerte de Ned Stark, y la conmoción que les produjo, por inesperada...
Los otros dragones huyen a una orden de la Reina, llevando a todos los héroes y al muerto capturado con ellos, salvo a Jon, que parece estar a punto de morir en las aguas gélidas. El intrépido norteño se queda atrás, luchando con los muertos para proteger la retaguardia de sus compañeros. El hielo cede bajo sus pies y cae al agua, hundido por el peso de sus enemigos.
Drogon se aleja entre la niebla. ¿Nos dará Juego de Tronos dos golpes consecutivos, tras la muerte de Viserion? ¿Morirá también Jon y dejará huérfano el Norte?
Pero Jon logra salir a la superficie. El ejército de los muertos lo rodea. El espectador sospecha aquí que de nuevo vendrá un salvador de última hora. Quizás Daenerys... Pero la Reina Dragón no da la vuelta. En cambio, quien sí aparece es... Manosfrías; o lo que es lo mismo, Benjen Stark (en la serie completamente identificado con Manosfrías), que se sacrifica por su sobrino y le cede su caballo. De nuevo el recurso al Deus ex machina... De nuevo el héroe que sobrevive contra toda esperanza por el sacrificio de un aliado.
La extraña compañía se disuelve mientras el Perro se lleva al espectro hacia al Sur. Jon se recupera en Guardiaoriente de la hipotermia. Daenerys vela su sueño, y le toma la mano con un amor indisimulado. Entonces es cuando él la llama “mi Reina”... Parece que se hará realidad lo que tantos temen/desean: el romance.
Daenerys ha visto la verdadera amenaza y ha perdido a un hijo, pero se ha enamorado. Ya lo adelantó Tyrion, al que quizás se le ven las costuras de la tristeza por ello. Pero ella ya ha elegido: luchará contra los Caminantes, no contra Cersei.
Un capítulo en la línea del cine de aventuras tradicional, un episodio con el vigor y la atracción de las historias pulp, con el tratamiento deslumbrante de la informática moderna, y que pretende introducir un elemento intimista a pesar de ello, descubriéndonos las almas de los personajes en escenas rápidas, quizás un tanto forzadas.
Un espectáculo visual, muy entretenido, aunque con un guión que echa mano de trillados recursos. La sorpresa final, a pesar de la salvación de Jon, ha sido lo más destacable. Pero un capítulo corto, comprimido como un tupper repleto de albóndigas aplastadas. Segundo visionado obligatorio.