“David se levanta temprano por la mañana. Está nervioso porque tiene una entrevista de trabajo muy importante, una oportunidad única, el empleo que tanto había estado esperando. Camina a paso rápido por la calle y un semáforo en rojo le obliga a detenerse. Enfrente suyo una chica viste una sudadera con un enorme número 9 estampado en la espalda. Llega pronto al lugar de la cita y decide hacer tiempo tomándose un café en un bar cercano. En la mesa de al lado dos mujeres mantienen una animada conversación que no está escuchando. Tan solo le llegan dos palabras: 'saldrá bien'.

Mientras permanece sentado en la terraza repasando mentalmente su currículum, pasa un autobús con un gran panel publicitario anunciando algo relacionado con un “trabajo ideal”. Cuando llega al lugar de la cita consulta el reloj, para no llegar demasiado temprano. Marca las 9. La entrevista sale bien, tiene muy buena impresión. Al día siguiente le llaman para confirmarle que el puesto es suyo. No se lo puede creer. Ha conseguido su trabajo ideal”.

Para la mayoría de las personas de mentes preponderantemente racionales los hechos relatados en esta historia inventada, a título de ejemplo, no serían más que coincidencias, meras casualidades, simplemente. Al considerarlos como excepciones, caen sin embargo en la paradoja de que, precisamente por esa razón, su existencia no solo no queda negada sino que se refuerza.

La teoría de la sincronicidad de Carl Gustav Jung, plantea una hipótesis diferente.

Relación de simultaneidad

La sincronicidad es la acumulación de hechos acausales similares o parecidos, desde el punto de vista de que cada uno de ellos individualmente sigue un proceso causal natural (elemento objetivo), pero considerados en grupo guardan para la persona que los experimenta una relación significativa no explicable por el principio causal natural, y, por lo tanto, indemostrable empíricamente, que se basa en una coincidencia de sentido y en la impresión del sujeto que la experimenta (elemento subjetivo).

Esto sería un concepto de casualidad asumiendo que sí existe una explicación, aunque quede fuera del principio causal, y, así, introduce la existencia real de un principio acausal.

La coincidencia de ambos principios en cada hecho de la acumulación y en la acumulación en su conjunto introduce la idea de una conexión transversal de los mismos, cuya explicación queda abierta al debate:

  • Visión mágica del mundo. Jung la rechaza porque excluye el principio de causalidad.
  • Determinismo.
  • Cosmovisión basada en las ideas de:
  • Correspondencia (“todo está en todo”)
  • Armonía preestablecida. Proviene de la tradición filosófica del siglo XVIII y se define por defender una conexión de sentido entre los sucesos naturales. Es compatible con el principio de causalidad y Jung la suscribe como principio “sui generis”.

En experimentos realizados de experiencias extrasensoriales, como por ejemplo la adivinación de cartas, dados, telepatía, cinesia…se puso de relieve que los factores espacio ni tiempo alteraban los resultados obtenidos (cuyos datos de acierto los dejaban, científicamente, fuera de la “excepción”), y, por lo tanto, Jung descartó que se tratara de un fenómeno energético.

Por la misma razón también excluyó la relación causa-efecto (empírica). Llega a la conclusión de que estos fenómenos se explican por una simultaneidad en el tiempo. Por eso utiliza el término “sincronicidad”, explicación alternativa a la causalidad.

Relativización del tiempo y del espacio

El tiempo y el espacio son categorías que, por sí mismas, no constan de nada, así que vendrían a ser creaciones de la consciencia que responden a la necesidad intelectiva humana de medición. Por lo tanto su origen es psíquico.

El estado emocional es un factor determinante en la producción de arquetipos y complejos. Aquí Jung enlaza el concepto de sincronicidad con su teoría sobre el inconsciente colectivo, en la que los arquetipos son patrones de conducta de la psique colectiva, universales, y preexistentes.

Cuando los afectos alcanzan un grado suficiente de intensidad, se produce el consecuente “abajamiento” del nivel de la consciencia, dando así al inconsciente la posibilidad de manifestarse a la consciencia de diversas maneras (ocurrencias, sueños, insinuaciones, presentimientos,…), lo cual crea fenómenos de simultaneidad (sincronicidad). Por lo tanto, existe un paralelismo entre el estado psíquico y uno o varios sucesos externos.

Establece la hipótesis de un conocimiento inconsciente previo a la aparición de los sucesos externos, debido a ese continuo espacio tiempo.

Utiliza numerosas fuentes para sustentar esta idea, recogiendo teorías de filósofos clásicos. Por poner algunos ejemplos, los siguientes:

  • Alude a un “saber” previo en los seres vivos (“nolens volens”). El “spiritus mundi” / ”anima mundi”. El “ligamentum animae et corporis”. Y la “essentia quinta”, que conecta con la filosofía de los alquimistas y su “lapis philosophorum”.
  • Consistiría en un “imaginar” que se compone de imágenes (las imágenes arquetípicas de Jung)
  • Hipócrates. Hay una simpatía de todas las cosas.
  • Filón. El hombre es principio y fin de todas las cosas.
  • La idea del macrocosmos, que mantiene que el mundo es un organismo vivo, un Dios viviente ordenado desde el principio. Es el “corpus mysticum” de Dios de Picco de la Mirandola, por contraposición al microcosmos (el “pequeño Dios del mundo”), que une lo supracelestial, lo celestial y lo sublunar.
  • La metáfora del mundo como “huevo” de Paracelso.
  • Tradición filosófica china. Tiene la visión de que cada situación concreta está enmarcada dentro de un todo global: el tao (el vacío, lo increado, lo inmanifestado, la posibilidad). Existe un sentido absoluto, esa coincidencia de sentido de la teoría de la sincronicidad de Jung.