El desarrollo y la adopción generalizada de los antibióticos, fármacos que matan o evitan la reproducción de las bacterias y por lo tanto reducen las infecciones, ha ayudado a miles de millones de personas a incrementar su longevidad y con más salud. Pero este adelanto médico no ha llegado sin costes adicionales. Cuanto más dependemos de los antibióticos, más bacterias desarrollan resistencia frente estos microorganismos, lo que hace que el tratamiento de infecciones resulte mucho más difícil. De ahí la gran noticia, difundida ampliamente, de un nuevo antibiótico, teixobactina, desarrollado tras decenas de años sin innovaciones significativas en este campo.

El uso excesivo de antibióticos por los seres humanos, por ejemplo para tratar erróneamente las infecciones virales (caso de la gripe), significa que estos fármacos pierden eficacia frente a las bacterias. Además de la factura a nuestra salud, en Estados Unidos se ha estimado que la resistencia a los antibióticos supone un sobrecosto de más de 20 mil millones de dólares por año, en gastos sanitarios adicionales.

La aparición de la tan conocida resistencia a los antibióticos es un fenómeno natural de defensa de las bacterias frente la acción ejercida por el antibiótico, que está para destruir o parar la multiplicación de la bacteria. Ciertas bacterias, en teoría sensibles al antibiótico no son destruidas o su multiplicación no se bloquea, esta es la causa de que la bacteria que se haga resistente y consiga que el antibiótico no sea eficaz frente a un determinado tipo de bacterias.

Según el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades en la Unión Europea, unas 25 mil muertes al año están directamente relacionadas con la resistencia a los antibióticos, que suponen a los sistemas de salud un gasto adicional de mil 500 millones de euros. Los enfermos que sufren infecciones provocadas por bacterias resistentes han de estar aislados en un hospital, lo que requiere 2,5 millones de días de cama adicionales por año.

Sin embargo, un problema más importante es nuestra creciente dependencia del uso de antibióticos en el ganado para estimular el crecimiento, aumento de peso y tratar de controlar y prevenir enfermedades. Esta práctica cada vez más común es un factor importante en la aparición de bacterias resistentes a los antibióticos, lo que la Food & Drug Administration (FDA) reconoce que pueden acceder a los humanos que comen alimentos de animales tratados.

Grupos ambientalistas de Estados Unidos afirman que la mayoría de las carnes de pavo y de vacuno, picadas, que se venden en las tiendas de alimentos típicos americanos contienen bacterias resistentes a los antibióticos. En Europa la gravedad de la situación destaca en varios países, mientras que en Suecia el consumo de antibióticos por kilogramo de carne es del orden de 20 miligramos, en otros países como España, se dispara a 249 mg, cantidad solo superada por Chipre e Italia.

El año pasado 26 empresas de productos farmacéuticos para la ganadería se sometieron voluntariamente a una solicitud de la FDA para volver a etiquetar los antibióticos médicamente importantes utilizados en animales destinados a la alimentación, para advertir contra su uso para estimular el crecimiento y aumento de peso. La FDA también recomienda que los antibióticos sean prescritos por veterinarios con licencia y sólo para tratar, controlar y prevenir la enfermedad. Aunque se duda de la eficacia de dicha medida.