En el verano de 2016, Melina Roberge, una joven canadiense, viajaba junto a Isabelle Lagacé, de 28 años, en un crucero que iba desde Irlanda hasta Sidney. Las dos chicas iban acompañadas por André Tamine, un hombre de 63 años sin ninguna relación anterior con ellas a parte de ser los tres de Montreal (Canadá).
Resultaron sospechosos nada más subirse a un crucero de lujo que partía de Cork, en Irlanda, e inmediatamente después pasaba por Nueva Escocia, en Canadá. Ya que el vuelo transatlántico y el viaje en barco costaban 22.000 dólares canadienses (14.100 euros), resultaba ilógico que volaran a un lugar para luego desandar el trayecto en un barco que pararía en el país de origen mismo.
La policía les investigó a los tres.
Las autoridades les sorprendieron con 95 kilos de cocaína
El 28 de agosto, la policía australiana registró 1.600 camarotes con perros entrenados para encontrar droga. Las dos chicas llevaban 35 kilos de Cocaína, el hombre 60 kilos.
Finalmente, a ambas se les ha condenado a 8 años de prisión, tras reconocer el delito. Según Isabelle Lagacé, una red de narcotráfico le ofreció 20.000 dólares australianos (12.700 euros) por el intercambio, y el viaje de su vida pagado.
Las dos jóvenes han reconocido haberse sentido tentadas por la fama que ganarían en sus redes sociales, la imagen de lujo que les aportaría y la envidia que generarían.
Dinero y fama... ¿A toda costa?
¿Cuál es realmente la motivación de una persona que espera hacerse selfies como profesión? ¿Qué deberíamos replantearnos de este estilo de vida?
La falta de vocación y la falta de ética, moralidad o principios, parece ser el mínimo común múltiplo de algunas estrellas de Internet. Subirse a aviones y posar en playas desérticas es la única aspiración a la que mucha gente se suma.
Pero, ¿por qué tienen tantos seguidores las personas con estas características?
Todo el mundo quiere tener referentes. Ejemplos de personas en las que basarse y de las que copiar su estilo. Internet aporta una combinación muy bonita de idealismo e inmediatez. Podemos conocer el día a día de una persona normal, como nosotros, pero que vive exactamente como nos gustaría y tiene el cuerpo, los amigos, el dinero y las vistas con que soñamos.
A parte de instagramers, siempre ha habido referentes, pero estos se hacían famosos por sus logros. Esta es la doble moral de las redes sociales. Seguir a gente que funciona, sin saber realmente cuál es su función.