A la una de la tarde del pasado jueves estaba previsto que se conociera la sentencia para los cinco integrantes de la manda que abusaron de una chica de 18 años el pasado 2016. Después de conocer el resultado condenatorio y, por tanto, el descontento de la agredida y su familia, los colectivos feministas (y no feministas) salieron a las calles para protestar por una de las mayores injusticias que se recuerdan en los últimos años. Una mujer que ha tenido que ser sometida, desde el principio del juicio, a todo tipo de preguntas e interrogatorios fuera de lugar para tratar de probar unos hechos más que demostrados (gracias a las capturas de pantalla y los vídeos que salieron a la luz durante el juicio) que humillaron, aún más, a la víctima.
La sentencia
Por un lado, era de esperar. Así es este país en algunas ocasiones. Sin embargo, para otras nos rasgamos las vestiduras. Para otras, no tanto. Las protestas en las calles de todo el país se dieron desde el minuto uno. Los colectivos hacen una gran labor al protestar por esta injusticia, sin embargo, en mi humilde opinión, servirá de poco. La única esperanza que le queda a esta pobre niña es que su recurso ante el Tribunal Supremo condene como se merecen a los cinco salvajes que no deberían ver más la luz en toda su vida. Poca esperanza me queda. A mí y a buena parte de los españoles.