La expresión “amar demasiado” parece una contradicción con el propio concepto de amar, ya que cuesta de entender como el amor puede tener límites. Pero como se explicará más adelante el amar demasiado no tiene que ver con el amar ni con el amor, sino que más bien se trata de todo lo contrario.

Robin Norwood, una terapeuta matrimonial y familiar especialista en el tratamiento del alcoholismo y la adicción a las relaciones es la autora del libro que da título a este artículo, “Las mujeres que aman demasiado”, y que se convirtió en un best-seller internacional en el año 2006.

Norwood considera el “amar demasiado” como un síndrome, compuesto por la confluencia de una serie de síntomas, una enfermedad y una adicción debido a la dependencia emocional que genera.

En primer lugar deja claro que el amar demasiado no es amar, puesto que el amor lleva inherente la libertad, y, por el hecho de ser una adicción, esta libertad no existe. Lo caracteriza como una enfermedad que afecta principalmente a mujeres.

Son mujeres que presentan una carencia emocional, normalmente proveniente de su infancia y el entorno familiar. Esta carencia es un vacío que estas mujeres intentar llenar esforzándose en sus relaciones por contentar a los demás, por ser útiles a los otros, esperando recibir a cambio una reciprocidad, que no consiguen.

Este fracaso en lograr su objetivo no hace sino que pongan un mayor empeño en esta tarea, olvidándose de sus propias necesidades y conduciéndoles a un desgaste difícil de sobrellevar. Surgen sentimientos de impotencia, y un cansancio físico y emocional, que no identifican con su conducta ya que no comprenden lo que les pasa.

Todo se produce en la esfera de lo inconsciente.

Suelen elegir a parejas conflictivas y con problemas personales, porque constituyen el objetivo que están buscando para darlo todo de sí mismas, esperando cambiar la situación del otro. Pero esto no solo no se produce, sino que en ocasiones provoca la reacción contraria, conductas agresivas o violentas por parte del otro, que de lo que sí se da cuenta es de cuanto necesita esa mujer “entregada” de su reconocimiento y aprecio.

En estos casos, la prevención de este síndrome se conecta también con la prevención de la violencia de género.

El sufrimiento emocional que provocan las relaciones autodestructivas

El fracaso en su tentativa de obtener este reconocimiento tan ansiado produce un gran sufrimiento en la mujer, provocándole el sentimiento de culpa, ya que piensa que no hace lo suficiente o lo que hace lo hace mal. Entra en un círculo autodestructivo en el que sigue esforzándose inútilmente y con resultados nulos y contraproducentes. Queda inmersa en una relación de dependencia emocional, sin darse cuenta de que el origen de que esa carencia emocional está en ella misma.

El estereotipo del amor romántico hace creer a la mujer que si sigue intentándolo, finalmente conseguirá que ese príncipe azul, que solo existe en su imaginación, emerja por fin a la superficie.

Con tal propósito, es capaz de aguantar todo tipo de conductas, por muy humillantes y vejatorias que sean, escudándose en la excusa de que son tan solo una máscara que oculta al verdadero yo del hombre al que ha elegido. Entra en un estado de negación de una realidad que es incapaz de aceptar, y que no hace más que perpetuar este círculo.

Ejerce tácticas de manipulación sí, pero no es que intente cambiar al hombre, lo que subyace es la pretensión de que esa persona se haga consciente de lo que realmente es y siente hacia ella, y de lo que ella siente hacia él. Norwood, sin embargo, tiene una visión diferente y asegura que lo que la mujer pretende es ejercer un control para cambiar a su pareja en orden a convertirla en otra persona y así pasar a ser el centro de atención.

Es una creencia a la que no está dispuesta a renunciar, porque sabe que no es fácil romper esas barreras autodefensivas que el hombre ha construido para proteger su propia sensibilidad y su capacidad de amar, que es la auténtica naturaleza que ella intenta desesperadamente despertar.

Solo cuando la relación llega a un punto extremo de deterioro y a ser del todo insoportable es cuando esta mujer que “ama demasiado” empieza a pensar que en realidad puede que él no la quiera. Aunque todavía no está dispuesta a renunciar a sus premisas. Se convence de que lo que pasa es que no es la mujer que él necesita.

Ella no es suficiente, no es la adecuada, pero como mínimo se da cuenta de que es inútil seguir en el intento.

Se siente frustrada y se ve en la necesidad de dejarle libre, porque el amor es eso, se dice, libertad. Sin embargo el sufrimiento no desaparece, su pensamiento sigue fijo en esa persona a la que considera su segunda naranja, su alma gemela, y que por desgracia, no siente lo mismo por ella. Entonces ¿para qué seguir?

Así que huye, se va, le deja, físicamente claro. Pero va a seguir pensando en él, y ahora le espera enfrentarse con la peor parte. El tener que luchar cada día, hora y minuto con esos pensamientos que ocupan su mente y con el cúmulo de emociones contradictorias que los acompañan.

Ha caído en el también desafortunadamente denominado “mal de amores”. Una persona puede tardar años en recuperarse de esto, si es que antes no llega a perder la razón.

Para algunos, el error fatal del mal de amores es trasladar al otro rasgos propios, una especie de proyección en la que uno se identifica con la otra persona, como si ambos fuesen la misma.

Y, si lo consigue, si finalmente puede aceptar la realidad, que esa persona no era la que ella había imaginado, y que sus actos sí reflejaban lo que realmente era, entonces tal vez pueda reconstruirse a sí misma, y, tal vez, a pensar en volver a encontrar otra pareja. El problema es que esa nueva pareja frecuentemente volverá a cumplir los mismos patrones que la anterior porque ella no habrá abandonado los suyos, ya que, en el fondo, sigue necesitando ese amor incondicional.

Los pasos propuestos por Robin Norwood

Robin Norwood propone una prevención para estas mujeres que aman demasiado, que estructura en diez pasos:

  1. Busca ayuda.
  2. Haz que tu recuperación sea la prioridad absoluta en tu vida.
  3. Busca un grupo de apoyo en tu comunidad integrado por pares que te entiendan.
  4. Desarrolla su lado espiritual mediante la práctica diaria.
  5. Deja de manejar y controlar a los demás.
  6. Aprende a no engancharte en los juegos.
  7. Enfrenta con coraje tus propios problemas y defectos.
  8. Cultiva lo que necesites desarrollar en ti misma.
  9. Vuélvete “egoísta”
  10. Comparte con otros lo que has experimentado y aprendido.

El principal obstáculo, sin embargo, es el ya mencionado, que la mujer sea consciente de que “ama demasiado”, de que está en un error, y de que acepte que esto es una enfermedad basada en creencias erróneas y desconectadas de la realidad. Este debería ser el primer punto a tratar, para hacer posible un cambio.