Cada vez que un niño moría porque sus padres habían optado por no vacunarlos o por evitar que se le realizarán transfusiones de sangre por motivos religiosos, el mundo se conmovía. Era inevitable preguntarse si la medicina puede actuar de oficio, sí ante la religión o las creencias personales de cada padre no prima la vida o ponernos, simplemente en ese lugar, en el que los fundamentalistas nos alejan de la razón.

Bélgica espera para los próximos días, la resolución de un juicio que, apenas conocerse los detalles, ha removido esos fanatismos al grado de tener ya una condena social.

Los padres de un bebé de apenas siete meses han sido acusados de dejar morir de hambre al pequeño. Ambos progenitores tienen una tienda de productos sin gluten, veganos y homeopáticos. Una especie de herbolario que también vende Alimentos de estas características. Por decisión propia y sin consultar a ningún médico, habrían optado por que su hijo solo recibiese comida sin gluten y natural, por llamarla de alguna manera. Según los últimos datos conocidos, solo le dieron leche de quinoa y la autopsia revelaba que el estómago del pequeño estaba vacío.

El bebé, pesaba cuatro kilos al momento de su muerte, la mitad de lo que debería pesar un lactante de siete meses. De hecho, es sobre los 6 meses, que se empieza a suministrar algunos alimentos sólidos al niño si ha sido alimentado hasta ese momento por leche materna.

Si su alimentación era a base de leche de fórmula, los médicos recomiendan la ingesta de cereales, por ejemplo, a los 4 meses.

La pareja argumentó creer que su hijo tenía cierta intolerancia alimenticia, por lo que procuró que comiera según sus costumbres.

El caso va mucho más allá del tipo de alimentación que le daban al bebé, porque aunque la leche de quinoa no sea ni siquiera recomendable para criaturas tan pequeñas, no es suficiente alimento, por lo que se supone que el matrimonio hacía pasar hambre al niño.

Pere S. tiene una tienda de ropa de deportiva, él y su mujer se dedican, desde hace más de 20 años, al deporte y sus derivados. Hace 7 años cambiaron su alimentación de manera radical, dejaron las carnes de todo tipo y se convirtieron al veganismo, después de un breve tiempo como vegetarianos. Hace dos años, cuando nació su primera hija, se preguntaron cómo harían con la alimentación de la pequeña.

Rosario solo recibió leché materna hasta los ocho meses cuando la pediatra, especialista en alimentación vegana, les recomendó comenzar a suministrar sólidos. La pequeña crece con la misma dieta que sus padres, “su peso es normal y su contextura también”, asegura Pere para desmentir que un niño alimentado de manera natural y ecológica, sin gluten, por ejemplo, pueda tener problemas en el desarrollo.

“Yo sabía que la prioridad era mi hija, si la doctora me decía que la niña tenía que tomar leche de vaca, se la iba dar”, asegura Pere desde un pequeño pueblo de Cataluña. Con 23 meses, Rosario no ha probado aún la lactosa, ni mucho menos la carne.

¿Es honesto imponer nuestra dieta a los hijos?

Probablemente, como tantas otras cosas, no solo de comida alimentamos las costumbres de nuestros hijos, la religión, las creencias, el idioma, los dichos, la nacionalidad y un sinfín de elecciones que, por su corta edad y por omisión, elegimos los adultos.

Sin embargo, en las costumbres anteriores, no suele estar en riesgo la salud de los niños, como puede pasar con la alimentación.

Hace poco se hicieron públicos los peligros que podía conllevar una dieta sin gluten según un estudio reciente del departamento de Celiaquía de la Universidad de Columbia (EEUU). Los riesgos de padecer enfermedades cardíacas para quienes evitan esta proteína de su dieta diaria sin ser celíacos.