Cuando Jimena Rico y Shaza Ismail desaparecieron, los medios se hicieron eco de la noticia con una inmediatez tan necesaria como llamativa. Tal vez porque aún resuenan el pedido de ayuda de los padres de Diana Quer o de la familia de Manuela Chavero, aunque el de ellas era un caso muy distinto.

Fueron, según las protagonistas, 14 días de locura, de creer que podían morir en cualquier momento, de sentimientos encontrados y de una fuerza que, en palabras de Jimena la unió para siempre a Shaza.

Todo hace preveer que el padre de la joven egipcia estuvo detrás de ese escape forzado.

Aunque el progenitor asegura que nunca pensó en denunciar a su hija por homosexual, las chicas dicen lo contrario.

Cuando el enemigo es la familia

Lo que ha puesto en evidencia esta situación, es la precariedad o nulos derechos de las personas LGTB en estos territorios. Si la propia familia es la que decide no apoyar al hijo, el calvario es aún mayor. En la mayoría de los casos, no tienen otra opción que emigrar. Jimena Rico lo ha remarcado durante la comparecencia de este martes ante los medios. “Yo cuento con mi familia, pero ella ahora ya no”, decía la joven malagueña.

El dolor de Shaza es doble, la discriminación familiar no solo puede llevarla a pasar hasta 14 años en prisión o ser condenada a muerte, según la ley considere de grave su delito, sino que, además, no cuenta con ellos para paliar el destierro y la acusación de marginalidad.