Hace tres años, irrumpió en la escena cinematográfica mundial una película independiente pequeña pero con un enorme significado, tan influyente que se convirtió en un clásico de culto instantáneo; “Whiplash”, ópera prima de un director joven que apenas iba por su segunda producción. Este muchacho ha vuelto ahora con La La Land, el film que arrasó con la más reciente entrega de los Globos de Oro, y su favoritismo para los Óscars es tan grande, que a duras penas se oye hablar acerca de los otros posibles contendientes en la temporada de premios.

La película en sí no trae nada nuevo, es la clásica historia de chico conoce chica, se enamoran y luchan contra las adversidades de su entorno.

Emma Stone es una aspirante a actriz que quiere hallar el papel que lance su carrera, Ryan Gosling quiere rescatar el jazz y compartir su amor por este estilo de música con el público. Todo parece indicar que se trata de una trama de telenovela promedio.

Es su manera de estar contada lo que realmente engancha con el espectador (incluso con aquel que reniega de género entre sus gustos cinematográficos). La La Land está escrita como la estructura de una gran canción de casi dos horas, donde la intro, verso, preestribillo, estribillo, puente musical y cierre final están distribuidos en el transcurso de las estaciones del año. La química de Stone y Gosling ayudan a desarrollar esta particular visión del director Damien Chazelle deja entrever en la narrativa su encanto personal por la música, y en especial del jazz.

Pero el principal éxito de esta epopeya moderna de bailes radica en que reconcilia al público con este género fílmico, donde otras producciones del mismo estilo fallan. El gran problema de los musicales del siglo XXI es su poca disposición de encajar en estos tiempos, casi siempre dedicándose a tomar historias ambientadas en épocas pasadas.

¿Chicago?, aparte de que fue más de lo mismo, acostumbra liderar las listas de películas galardonadas que nunca debieron ganar el premio Óscar.

Por su parte, Damien Chazalle, un director millennial, se ocupa de hablarle a su generación con su nuevo largometraje. Tal como lo hizo en Whiplash, el nativo de Rhode Island explora la búsqueda de los sueños entre los jóvenes adultos, pero esta vez bajo una hermosa e intimista puesta en escena que recuerda la grandiosidad del cine de los años dorados de Hollywood, por lo que hay un interesante contraste entre la gloria del pasado y las esperanzas de la juventud de hoy.

Estéticamente no puede ser mejor, cada escena homenajea al Cine, la música y las artes en general. La La Land es el referente que los musicales necesitaban, el Cantando Bajo la Lluvia/West Side Story de esta generación. Homenajea fuertemente a sus antepasados del siglo XX pero entusiasma el cinéfilo de la época del Instagram y Snatchap. Es una experiencia cinematográfica estimulante, con algunas sobredosis de azúcar y un argumento trillado, pero hecha de la manera en que el séptimo arte puede expresar su alma y corazón.

La La Land ya está acumulando sus buenos datos de taquilla en Estados Unidos, con los buenos números que está registrando en España y su reciente estreno en Latinoamérica, y las nominaciones de los premios de la Academia a poco tiempo de darse a conocer, es mucho lo que este musical aportará esta temporada. Los fanáticos de Whiplash tendrán un bonus emocionante por el cameo de J.K. Simmons.