El sueño es una función vital necesaria de todo ser humano, y que debe ser restauradora para poder asegurar los períodos de vigilia, además de servir para desarrollar numerosas funciones de reparación en el organismo, pero las necesidades de sueño de una persona varían con la edad, disminuyendo progresivamente con el paso de los años.

Fases del sueño

Se describen dos grandes fases del sueño, a saber la fase sin movimientos oculares rápidos (sueño no MOR o NREM, por sus siglas en ínglés " No Rapid Eyes Movement" ) y la fase con movimientos oculares rápidos (sueño MOR o REM).

Desde el punto de vista electrofisiológico, en la primera a su vez se diferencian tres fases: la Fase I, llamada fase de sueño ligero que no es más que una fase de transición de la vigilia al sueño, donde hay movimientos oculares lentos llamados "en balancín". La Fase II en la que no hay actividad ocular y la Fase III que es la fase donde el sueño se hace más profundo.

En la fase de sueño de movimientos oculares rápidos (MOR; REM), existe una total falta de tono muscular en la persona, y se dice que es en esta etapa donde se presentan las ensoñaciones.

Patrones de sueño en cada etapa

En el caso de los recién nacidos es bien sabido que duermen gran parte del día, en promedio de 16 a 20 de las 24 horas del día.

Con una proporción de un 50 % de sueño MOR, que se va modificando hasta llegar a 25-30 % que es lo que se mantiene en gran parte de nuestra vida.

En el lactante menor, desde el primer mes de vida y hasta aproximadamente los 6 meses, se va modificando el patrón de sueño, comienza a dormir de manera prácticamente continua durante toda la noche con pocos períodos de despertar.

En los lactantes mayores entre 1 y 2 años, el sueño nocturno es entre unas 11 y 14 horas, más una o dos siestas habituales. Ya en la etapa preescolar el sueño es de unas 10 a 13 horas, y va disminuyendo la “necesidad” de dormir durante el día.

Pasados los 6 años, en la edad escolar, el sueño nocturno tiende a ser de unas 9 a 11 horas, y por lo general desaparecen las siestas.

Esto se mantiene hasta la adolescencia, y ya en la etapa adulta el sueño es en promedio de 7 a 9 horas al día.

Indudablemente que las necesidades de sueño son individuales, y no hay un patrón de sueño estandarizado, sin embargo, si observamos que a nuestro hijo le cuesta con frecuencia conciliar el sueño o mantenerlo durante la noche o si lo notamos cansado y somnoliento el día, hay que reforzar los hábitos a la hora de dormir o estar atentos ante un posible trastorno del sueño.