Una Piel mate, lisa, con poros pequeños y limpios, sonrosados y suaves no depende solo de la naturaleza. Esas mujeres con piel maravillosa seguramente tienen unos excelentes hábitos de vida, en los que los cuidados faciales y corporales abundan y se suman a una alimentación sana y un estrés moderado. Tener una dermis perfecta está en tus manos, o mejor aún, en las manos de un especialista, que dejará tu piel radiante, purificada, libre de suciedad y toxinas, y con una microcirculación adecuada, que hará llegar todos los nutrientes y el oxígeno a las células de la piel, y dará a tu imagen un aire lozano.
Elementos tóxicos
La piel, está expuesta a diferentes agentes externos e internos que la intoxican y la ahogan:
Contaminación. El ambiente de las grandes ciudades, en las que los malos humos abundan, afecta a la piel, ensuciándola y provocando que su microcirculación se dificulte. Además, si fumas o fuman a tu alrededor, la situación se agrava, los poros se contraen y la piel pierde oxígeno.
Calefacción y aire acondicionado. Durante todo el año, cuando pasas de ambientes exteriores a interiores y viceversa, la piel sufre, porque a menudo hay frío o calor artificial en exceso. Este paso genera que los poros se dilaten o contraigan en muy poco tiempo, obstruyéndose.
Limpieza inadecuada. La mayoría de los dermatólogos aconsejan una limpieza sencilla, con agua y jabón dermatológico.
Sin embargo, muchas personas olvidan este paso, por lo que el rostro acaba lleno de impurezas e imperfecciones a causa de la acumulación del sebo natural de la piel, el sudor y el efecto de los agentes externos.
Hábitos de vida. El estrés provoca retención de líquidos en todas las zonas, incluida la cara. Que muchas veces se muestra hinchada.
La falta de ejercicio, una alimentación desequilibrada o con poca ingesta de líquidos, contribuyen a la intoxicación de la piel.
Rostro, mente y cuerpo
Hay detalles del entorno que no puedes cambiar (aunque si en parte, si usas el transporte público o la calefacción y el aire acondicionado moderadamente), pero ciertos hábitos son modificables:
Limpieza.
Lo mejor es realizar una limpieza cotidiana con agua y jabón neutro. Lo ideal es humedecer la piel del rostro, aplicar la espuma o gel con yema de los dedos de forma circular y hacia fuera y aclarar con agua tibia.
Exfoliación. Se recomienda hacer una exfoliación semanal. Para ello se pueden usar productos con partículas que eliminaran la suciedad y activaran la microcirculación. Eso sí, no aplicar dichos preparados en zonas delicadas
Masaje depurativo. También se recomienda el masaje linfático, que activa el riego sanguíneo y la microcirculación, además contribuye a regenerar y a depurar la piel. Este suave masaje drena las toxinas por el sistema linfático (un sistema paralelo a la de la circulación sanguínea que corre hacia un único sentido, por lo que solo un experto puede realizar).
No conviene realizarlo dos veces por semana.
Relajación. Es importante que dediques como mínimo, una hora al día para ti, par a desconectar. Puede ser el gimnasio, una clase de yoga, tai-chi o una buena lectura, tu piel lo notará.
Naturalmente purificada
Existen productos maravillosos en la naturaleza con principios activos que pueden ayudar a purificar la piel por fuera:
Romero: Es un depurativo natural ya activa la circulación, prepara unas sales con 125 gr de sal gruesa y 25 gr de romero fresco y picado, y triturado en un mortero. Envásalo y déjalo reposar durante unos minutos. Utilízalo como exfoliante o en el baño.
Salvia: Descongestiona la circulación sanguínea. Puedes elaborar la receta anterior sustituyendo el romero por la salvia.
Arcilla: Las mascarillas de arcilla natural que se venden ya preparadas afinan los poros y limpian la piel de la cara en profundidad, además, regulan el exceso de grasa y ayudan a reequilibrar la dermis.
Avena: Ayuda a limpiar los poros. Mezcla 5 cucharadas de harina de avena con una de miel y aplícalo como mascarilla media hora. Enjuaga con agua tibia.