Existe la creencia de que el agua mineral embotellada es más sana que la que sale directamente del grifo. Hay que tener en cuenta que el agua embotellada necesita ser transportada en camiones desde los manantiales hasta el punto de venta comercial, lo que genera un consumo de combustible considerable y emisiones de gases contaminantes y CO2 a la atmósfera por lo que desde un principio no constituye la opción más respetuosa para el Medio ambiente.
Además, a esto se suma la generación de una gran cantidad de residuos plásticos que son muy contaminantes para el medio ambiente —las botellas de plástico pueden tardar cientos de años en degradarse si no se reciclan adecuadamente— por lo que beber agua embotellada es una mala idea desde un punto de vista medioambiental se mire como se mire.
Por otro lado, a esto hay que sumarle el hecho de que este tipo de agua no es tan pura como nos quieren hacer creer. Es cierto que el agua mineral que se puede encontrar en las montañas es la más pura y saludable que se puede consumir. Sin embargo, este agua no es la que nos llega a nosotros realmente cuando compramos una botella de agua mineral en el supermercado. Este agua permanece almacenada durante largos períodos en las botellas de plástico y muchas veces a plena luz lo que perjudica todavía más su calidad.
Esto implica que esté contaminada a causa de las partículas de polímeros que forman la botella y que al consumirla también bebamos estas moléculas de plástico artificial y tóxico para la salud humana. Por ello, si vas a consumir agua embotellada asegúrate de que se comercializa en botellas de cristal, que es un material que no altera la pureza del agua y que además puede reciclarse con mucha facilidad y no resulta tan contaminante para el medio ambiente.
No obstante, la mejor opción por la que podemos decantarnos es el agua del grifo que tiene un impacto medioambiental mucho menor que cualquier tipo de agua embotellada. Salvo los casos en los que debido a la mala calidad de la misma no sea aconsejable su consumo se trata de la mejor opción que podemos escoger.
Esto no significa que el agua que llega a nuestras casas no esté exenta de elementos negativos para la salud. Para asegurarnos de que el agua que bebemos sea lo más saludable posible, podemos purificarla en nuestro propio hogar.
1. Dejar una botella de agua en la nevera
Esto va a permitir eliminar el cloro que tiene el agua del grifo. El cloro es un gas que se le introduce para eliminar las bacterias y los protozoos que podrían ser perjudiciales para la salud. Sin embargo, este mismo cloro también mata las "bacterias buenas" que habitan en nuestro intestino y que son fundamentales a la hora de mantenernos sanos. Con dejar la botella sin tapón en la nevera durante 24 horas bastará para que el cloro se evapore por completo.
2. Usar una jarra con filtro
Además del cloro, el agua del grifo puede contener elementos pesados procedentes de las tuberías que pueden ser dañinos para nuestra salud. Para eliminarlos la forma más sencilla de hacerlo es usar una jarra con filtro de carbón activo que se deberá cambiar de forma regular.
3. Instalar un filtro en el grifo de la cocina, que es el agua que se consume habitualmente
Existen diversos métodos que dan buenos resultados —filtro de carbón, ósmosis inversa, filtro cerámico, etc.—. En este caso, de nuevo será necesario cambiar el filtro cada cierto tiempo —entre una y seis veces al año—. Estos filtros suelen ser caros por lo que si no se dispone de mucho dinero será mejor decantase por la opción de la jarra con filtro.