El jueves 26 de marzo de 2020, el nombre de Miguel Lacambra, un desconocido y falso periodista, hacía Trending Topic en Twitter. El motivo de esta tormenta de popularidad: la lucha entre aquellos que creen que es un periodista bajo un heterónimo (identidad literaria ficticia, creada por un autor, que le atribuye una biografía y un estilo particular) y aquellos que lo acusan de ser un instrumento del Gobierno, para blanquear su mala gestión de la crisis de Covid-19.

La historia comienza con la creación de la cuenta por el tal Miguel Lacambra, el 14 de marzo de 2020.

Este usuario se dedicaba a coger los datos oficiales del Gobierno, respecto a la crisis del Coronavirus y hacer un análisis e interpretación de los mismos. Pero fue el 18 del mismo mes, cuando tuvo el primer contacto con una persona mediática en la plataforma: Antonio Maestre, periodista en El Diario y La Marea.

“A Maestre le mandé luego una gráfica churra, feísima (...). Ahí empezamos a intercambiar mensajes. Y le gustó esa visión, que es contraria a la que daban los medios, que era de cada vez más muertos” comentó Diego Álvarez Miguel a El País, ingeniero y escritor asturiano que ha confirmado ser el creador de la cuenta (inventado a partir de su segundo apellido y el de su pintora favorita, Laura Lacambra).

David (Miguel Lacambra) dijo que a Maestre le atrajo su actitud positiva ante la crisis

Al ser una cara positiva dentro del pesimismo generalizado, Maestre le ofreció escribir un artículo en el diario La Marea, el cual Lacambra aceptó, publicando el miércoles 25 en dicho periódico su artículo "¿Ha influido el 8-M en el incremento de los casos de Covid-19?" en dónde, a través de estadísticas de dominio público, refutaba la creencia sobre que el 8-M había sido clave para la gran masa de infectados que hay en Madrid.

Y el jueves la bomba estalló. Primero en Twitter y después en los medios de comunicación. El ascenso meteórico de un periodista desconocido, apadrinado por Antonio Maestre y el periódico La Marea, despertó muchas sospechas.

Los twitteros empezaron a investigar a ese tal Miguel Lacambra y no tardaron en descubrir que la cuenta había sido creada apenas hace dos semanas (con 16 mil seguidores) junto con un LinkedIn, no había referencias a anteriores trabajos y la imagen de su avatar había sido hecha con inteligencia artificial.

Todo esto se suma a que solo escribía tweets halagadores hacia la gestión del presidente, Pedro Sánchez de la crisis del coronavirus, por lo que gran parte la comunidad internauta, no tuvo duda de la poca fiabilidad de dicha cuenta.

Muchos twitteros empezaron a investigar quién era ese tal Miguel Lacambra

Esto hizo que mucha gente empezara a acusar a la cuenta de ser falsa y pro-Gobierno, especulando que podía estar dirigida por Iván Redondo (jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno), Pablo Iglesias (vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030), Monedero (exsecretario de Podemos) o el propio Antonio Maestre.

Ante esta avalancha de negatividad, David Álvarez (Miguel Lacambra) decidió desaparecer de la red social desactivando la cuenta por la mañana, lo que hizo que muchos usuarios vieran sus sospechas confirmadas.

Sobre las 14:30 la reactivó y reconoció que no existía ningún Miguel Lacambra, que era un pseudónimo y se disculpó.

Lacambra pide perdón por la confusión y ruega que respeten su privacidad

Por otro lado, La Marea publicaba un comunicado diciendo que ellos ya lo sabían cuando publicaron el artículo (información que choca con las declaraciones de David al diario El País), ya que el periódico contactó con él preocupados de que les hubiese tendido una trampa). Maestre salió a defenderle en Twitter, insultando a la “ultraderecha”.

Habiendo revelado David su identidad (aunque todavía hay gente que cree que él es solo un chivo expiatorio), ha procedido a borrar su antigua cuenta de Twitter, que fue la primera en interactuar con Lacambra (una prueba más para los detractores de la cuenta), y dejar llover la lluvia de palos que ha provocado.

Es verdad, David (o Lacambra) no mintió con los datos, son indicadores oficiales del Gobierno, pero sí que engañó al hacerse pasar por periodista, pues la diferencia entre un pseudónimo y un heterónimo es que el primero es solo un nombre que sustituye a otro, mientras que el segundo añade una biografía ficticia. Si ya la información dada durante estas semanas por el Gobierno era tenida por falsa o medio verdad, su pequeño minuto de gloria ha hecho que mucha gente desconfíe todavía más, aunque esa no fuera su intención.