Pese al creciente rechazo social en los países y comunidades donde todavía se practica, la mutilación genital femenina sigue siendo una tradición cultural extendida a lo largo y ancho del planeta, especialmente en África, Oriente Medio y algunas comunidades sudamericanas.
Contrariamente a lo que se cree, esta práctica no responde a ningún dogma religioso concreto. Según la UNFPA (Fondo de Población de Naciones Unidas) es difícil conocer cuando se inició esta cruel práctica, pero en la actualidad es realizada por grupos religiosos musulmanes, cristianos, judíos y tribales animistas.
Una tradición cultural antiquísima, pero no religiosa
Esta organización considera que alrededor de 200 millones de Mujeres en todo el mundo son, o están condenadas a ser victimas de la ablación o mutilación genital femenina. Ya no es una práctica muy popular (de hecho, en países como Senegal, Camerún o Costa de Marfil es rechazada públicamente por un sector muy amplio de la población), pero todavía existen familias, clanes y sociedades donde sigue siendo una tradición muy arraigada.
La razón por la que se práctica la mutilación genital femenina es para evitar la pérdida de la virginidad de las jóvenes antes del matrimonio (muchas veces obligado o concertado entre los padres) y para asegurar su sumisión ante el marido.
Es, pues, uno de los máximos exponentes de la violencia machista tradicionalmente aceptada aún hoy en día, y por eso las organizaciones internacionales e incluso los propios gobiernos, tratan de educar a la población para eliminar su práctica.
Según Unicef estos esfuerzos han conseguido reducir en un 25% la práctica de la ablación en todo el mundo.
Sin embargo, este organismo advierte de que la clave para la lucha contra esta monstruosidad está en la educación y la concienciación social de las comunidades donde todavía se acepta culturalmente.
Un trauma terrible, e incluso mortal
La mutilación genital femenina es una experiencia terriblemente dolorosa y traumática para las mujeres que la sufren.
Psicológicamente puede provocar en las víctimas enfermedades como la depresión, ansiedad y falta de autoestima.
En cuanto a la salud corporal, la mujer victima de la ablación puede sufrir hemorragias graves, e incluso mortales, quistes, infecciones, infertilidad y problemas en el embarazo
Debemos concienciarnos, pues, de la gravedad de las consecuencias que esta práctica tiene para las mujeres, y ayudar a las organizaciones que luchan contra este problema,