La enfermedad que surgió en la ciudad de Whuan (China) ha tenido en alerta a la población mundial durante varios meses. COVID-19 es el nombre con la que se ha denominado a la afección producida por un tipo de virus de la familia Coronavirus, que ha causado en los humanos padecimientos respiratorios que pueden ir desde un resfriado común hasta infecciones respiratorias agudas. Hoy se sostiene que el virus ha infectado a un porcentaje pequeño de la población, alrededor de seis millones de personas, pero se ha extendido raudo e implacable por la mayoría de los países del globo terrestre, ocasionando daños irreparables en la vida de muchos y en la economía mundial.

China fue el epicentro del brote, sin embargo, ya no precede la lista de afectados, pues la situación se ha agravado en otros países del viejo continente como Italia, España, Rusia, Alemania.

Si bien en un primer momento de la enfermedad no se habían anunciado afectaciones en los países más pobres, en la actualidad se manejan datos preocupantes. Estados Unidos y Brasil son los escenarios fundamentales de la COVID-19 en América, pero la enfermedad sigue en ascenso llegando a 31 países del continente y 11 de ultramar, siendo las zonas de extrema pobreza las más dañadas desde el punto de vista sanitario y económico.

La OMS advierte de que hay que estar preparados por si se produce un rebrote

Algunos científicos han señalado pronósticos y modelos a seguir para el fin de la pandemia, otros se han limitado solamente a establecer estadísticas del comportamiento de la enfermedad en el mundo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), ha apuntado que debemos estar preparados para lo que se avecina en los próximos meses. Un rebrote podría ser una opción a no ser que aparezca una cura tentativa para la COVID-19. Profesores como Mehemet Ceyhan de la Universidad Hacettepe de Ankara en Turquía y Mark Woolhouse de la Universidad de Edimburgo en el Reino Unido, coinciden en que la desaparición del virus en el mundo depende de tres factores fundamentales: lograr la inmunidad de las personas al virus, desarrollar una vacuna que la cure, o que el virus mute y pierda, de esta manera, su eficacia con el tiempo.

Lograremos adaptarnos a convivir con el coronavirus

Lo cierto es que la rápida propagación de la pandemia en el mundo ha traído consigo la implementación de medidas que han cambiado la vida de toda la humanidad. El impacto en diversos sectores de la población ha generado efectos devastadores de los que será muy difícil recuperarse.

La economía ha sufrido un desplome incontrolado, lo que ha provocado que los precios de las materias primas hayan caído considerablemente. Se han interrumpido o aminorado las grandes cadenas de producción y la muy poca o casi nula demanda de los servicios turísticos, han ido sumiendo a los países del mundo en un bache financiero considerable.

El hombre ha tenido que adaptarse a convivir con el coronavirus. Los países no pueden permanecer cerrados a sus actividades cotidianas hasta que aparezca la cura a la enfermedad y la vida necesita volver a la normalidad. Poco a poco se han ido reanudando eventos deportivos a puertas cerradas y los comercios y tiendas han seguido su rutina cotidiana. Ha habido un aumento de teletrabajos y se ha abogado por una preparación basada en la calidad humana y la solidaridad entre los pueblos del mundo.

Hemos tenido que adaptarnos de forma radical y rápida a las regulaciones de distanciamiento social y de higiene personal que nos ha impuesto la pandemia. Estas medidas han llegado para quedarse en nuestro hacer y haber diario junto con otras que van más allá de las manos individuales. El confinamiento preventivo, la cuarentena, las medidas de seguridad sanitaria, son algunas de las que se convertirán en condiciones inquebrantables para la vida por venir. Aboguemos por que la solidaridad, la humanidad y la protección pública, hayan regresado también para quedarse.