Hoy, miércoles 15 de abril, la Ministra de Educación, Isabel Celaá, se va a reunir con los consejeros de Educación de las Comunidades Autónomas para ver cómo se cierra el curso escolar durante la pandemia; la prioridad son los alumnos no universitarios. En las reuniones que llevan no se han acordado ningún tipo de soluciones, el comienzo del verano se va acercando y, sumada a la crisis sanitaria y económica, nos podemos enfrentar a una crisis igual de peligrosa, la educativa.
Justamente, el seguir el curso durante el verano, para recuperar las clases presenciales que no se han podido dar, es lo que se está barajando como una posibilidad, pues el aprobado general ha sido rechazado de plano por los sindicatos de profesores, quienes también se oponen a dar clases en verano.
Sin embargo, asociaciones de padres y ONG piden que sea así para una mayor conciliación. Esto plantea otro problema: hay profesores que también son padres, están actualmente trabajando como pueden, y parece que no se les agradece su trabajo y esfuerzo extra por intentar mantener la normalidad, sino que se les critica por no poner soluciones.
El aprobado general no es una opción pero no se ayuda con la teleeducación
Y es que, como ha ocurrido en el ámbito sanitario y económico, España no ha estado ni está preparada para eso que llaman “educación 2.0”. El modelo de teleeducación es algo que no se ha implementado en España, pero sí en otros países, como Estonia o Nueva Zelanda, justamente por previsión de que pudiera ocurrir algún contratiempo que impidiese seguir la vida escolar con normalidad.
Esta situación excepcional no ha dejado la mínima posibilidad de reaccionar adecuadamente, no al Gobierno (pasados y futuros, cuyo deber es ese, prever posibles riesgos en la educación), sino a los maestros, alumnos y padres.
A los profesores no se les han dado ningún tipo de instrucciones por parte de algún organismo gubernamental para lidiar con esta situación anormal, lo cual ha llevado al caos más absoluto en su intento de continuar el curso de la mejor forma posible.
Cada centro se está sacando las castañas del fuego como puede. Lo mismo pasa con los alumnos y sus padres. Todos ellos comparten, en su situación particular, el mismo nivel de dificultad para afrontar este problema.
Tanto profesores como padres y alumnos no tienen instrucciones ni ayudas para poder seguir con el curso
Los padres tienen que trabajar, y los Niños (a pesar de ser nativos digitales) no saben cómo manejar esta ruptura de su rutina educativa, sobre todo los más pequeños (Primaria, pues Infantil está prácticamente olvidado).
A ellos también se les debería haber dado una serie de pautas a seguir, pues jamás se han enfrentado a que un curso sea interrumpido de una forma tan radical. Y es que muchas familias, aparte de no saber cómo lidiar con la situación, no pueden proporcionar a sus hijos una forma de teletrabajar por falta de recursos. Compaginar la vida laboral, familiar y educativa de sus hijos se está convirtiendo en una tarea prácticamente imposible.
Si se pierde el curso podemos perder parte de la formación de una generación
La pregunta de si los alumnos españoles se pueden permitir perder un curso es un no rotundo. No solo estamos a la cola respecto a los resultados académicos recogidos por PISA (Programme for International Student Assessment) en todo el mundo, sino que cada año son peores.
Mientras se buscan los culpables, ¿por qué no buscamos también soluciones? No nos podemos permitir que la creciente analfabetización de los jóvenes españoles siga su curso (ni los “milenials” ni las generaciones que han venido son las más formadas, son las más técnicas, pura herramienta en la mano del poder, no un ser humano íntegro). “¡Niños! ¡Niños! ¡Futuro! ¡Futuro!” cantaban en Los Simpson. Sí, pero ¿qué futuro?