Cuando murió de Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, la confusión se adueñó del reino. No solo porque había caído en la batalla de Fraga o porque fallecía un símbolo de la Reconquista contra los musulmanes, sino porque su testamento podría haber cambiado la Historia: el monarca aragonés, conocido por sus dotes guerreras, había cedido sus territorios a la Orden del Temple, es decir, a los Templarios. Este testamento no llegó a cumplirse, pero generó todo tipo de leyendas que han llegado a nuestros días.

El rumor de que Alfonso I el Batallador no había muerto en la batalla de Fraga

Una leyenda producto de esa confusión que se generó en Aragón y en los territorios cristianos de la Península (los musulmanes se hicieron fuertes) fue la necesidad de creer que Alfonso I el Batallador no había muerto. Por ello, en torno al 1.174, cuarenta años después de la muerte de este monarca, comenzó a correr el rumor de que el soberano en realidad no había muerto y que había marchado a Tierra Santa para después volver y dar la gloria perdida.

Incluso cuenta fray Jerónimo de Zurita que un herrero de Teruel se hizo pasar por Alfonso I y consiguió una legión de seguidores que estaban dispuestos a atacar al enemigo.

Las autoridades aragonesas tuvieron que abrir el sepulcro y enseñar el cadáver del difunto rey a todos los crédulos que participaron en el insólito movimiento.

La relación del rey aragonés con el mito del rey Arturo y del Grial

Esta situación del mito del Mesías y del jefe inmortal que regresará para salvar a los suyos se ha dado en muchos países, pero por aquellos años medievales se estaba fraguando un mito similar que pudo estar influenciado por la historia de Alfonso I el Batallador: el mito del rey Arturo y la búsqueda del Grial.

Wolfram von Essenbach, que puso de moda el ciclo artúrico y la relación con el Grial en su obra Parzival, menciona al rey Anfortas, rey del Grial, a quienes todos menos sus fieles caballeros "templeisen" creerán muerto. Esto se asemeja mucho a la "no muerte" de Alfonso I el Batallador y el apoyo que recibió en todo momento de parte de los Templarios.

Alfonso I fue educado por la Orden del Temple en el castillo de Monzón y ayudado por ellos en las campañas militares de Valencia y Mallorca, tal como describe Essenbach para confeccionar el mito del rey Arturo y del Grial. Incluso la vinculación con este misterioso objeto en forma de cáliz y el soberano aragonés siguió asentándose en Aragón con el paso de las generaciones, llegando el propio rey Jaime I el Conquistador, por ejemplo, a escribir en su autobiografía que él era el verdadero rey del Grial al haber nacido y haber pertenecido a un linaje de forma "milagrosa".