Abrumado por las estadísticas de abuso infantil protagonizadas por sacerdotes, el Papa Francisco convocó a una cumbre mundial en el Vaticano que es un estado soberano y los estados deben hablar a partir de sus políticas públicas y las políticas públicas deben ser concretas y focalizadas.
El daño está ahí
Porque el daño es inconmensurable, no hay avasallamiento peor ni mayor hacia un semejante que la situación de abuso infantil y nos alejamos de lo estrictamente jurídico para no entrar a perder pie y nos centramos estrictamente en la negación del otro, viciar o anular su consentimiento, ejercer el abuso de autoridad, de poder, valiéndose, en este caso, de una investidura eclesiástica y, como en cualquier tipo de abuso, utilizando la fuerza, los ardides o el engaño.
No hay violencia mayor
Ni modo de defenderse, cuando quien debe proteger, enseñar, brindar un ejemplo de vida, hace lo necesario para generar la duda sobre lo que está bien o está mal, o hace creer que es mejor que sea quien enseñe las "artes del buen amor" o, en muchos de los casos, soborna o extorsiona.
Nadie conseguía salir con vida del laberinto: o le mataba el terrible monstruo, o se perdía en el laberinto para siempre y acababa falleciendo.
Agravado por la investidura
En estos casos, no hay lugar a duda que la que debe actuar es la justicia ordinaria y sancionar esta práctica y no se le quita importancia a la actitud de arrepentimiento de los prelados, pero lo cierto es que el daño está consumado y es de público y comprobado conocimiento.
Y no es para menos porque llevan a cuestas un holocausto personal, cuyas imágenes recrearán hasta el último suspiro. Podrán vivir con ello, mejor o peor. Con más o con menos terapias según sus posibilidades culturales y económicas, pero ese trauma estará con ellos de por vida.
Dónde están los que faltan
Todos los que cometieron abusos infantiles deben tener su "Nüremberg", sería más que ingenuo pensar que ya no existen.
Hay que desmantelar una tradición atávica de mirar para otro lado, de hacerse los desentendidos.Y ahora la Iglesia parece estar dispuesta.
Esta cumbre no puede agotarse en vademecums ni protocolos de acción. La Iglesia como institución debe poner bajo la autoridad del estado laico y de su sistema judicial penal a quienes infringen la ley que pertenece a todos los mortales, no debe haber privilegios ni ningún tipo de cavernas donde esconder el oprobio porque de otro modo, la Iglesia se convertirá en una institución vacía de valores.
Si lograr la sostenibilidad ya es todo un reto para cualquier disciplina, aún es más complicado en materia de cultura, esa que siempre está a la sombra por falta de consideración, pero no por ello es imposible.