El Metropolitano (ayer Metropolitano a secas, ya que las competiciones europeas no recogen a los patrocinadores) disfrutó de una de esas noches rebosantes de gloria. Tanto jugadores como afición han dejado caer que se habían perdido por el camino decibelios del aliento del Vicente Calderón y ayer todos comulgaron para desterrar esos fantasmas que se acentuaron aún más en el derbi ante el Real Madrid. Su hinchada era consciente de que venían curvas cerradas y se abrochó el cinturón. Los años han pasado pero la esencia y lealtad persisten.

Comunión con el Metropolitano

El nuevo feudo colchonero fue una caldera ante una Juventus desbordada por la presión de las multitudinarias gargantas que auparon a los suyos a encarrilar la eliminatoria. Una dosis de fuerza extra a la que José María Giménez y Diego Godín corresponden siempre por su susceptibilidad y capacidad de contagio y que ayer además respondieron con goles. Si estos dos se apuntan al bombardeo, no lo hacen para especular.

Y es que por mucho que se empeñaran en colgar el cartel de indiscutible favorita a la Juventus, lo que se vio en el Metropolitano no fue casualidad. No lo fue porque el Atlético de Madrid ya ha avisado mil y una veces que su figura se agiganta cuanto mayor es el reto que tienen por delante.

Y no es que solo lo avisen, porque la cosa se puede quedar en palabras políticas de rueda de prensa, sino que lo demuestran con resultados y para cuando los rivales quieren buscar soluciones ya tienen la cara pintada.

Héroes contra todo pronóstico

El fenómeno de 'Los Hombres G' irrumpió en su día por el Manzanares de la mano de Griezmann y Gameiro y ayer recogieron el testigo Godín y Giménez.

Los centrales del Atlético de Madrid estamparon el sello de identidad rojiblanca en la victoria ante la Juventus. Casta y pundonor prácticamente implícitos en la sangre uruguaya e innegociables también en el escudo que defienden.

Con el gol anulado a Morata, el Atlético empezó a oler sangre y su capitán acudió para despedazar.

No estuvo solo ante el peligro porque le secundó su inseparable compatriota que, pese a su juventud, hace tiempo dejó de ser un niño y desconocemos si a día de hoy le teme a algo.

Giménez abrió la veda y su hermano mayor Godín rasgó las vestiduras de una Juventus arrollada por el fragor del Metropolitano. Observados siempre de reojo pero sin que se les espere necesariamente en la labor del 'killer', los zagueros charrúas se han erigido en los soldados de batalla favoritos de Diego Pablo Simeone y en la ilusión de un billete para los cuartos de final de la Liga de Campeones. Turín dictará la sentencia de una 'Vecchia Signora' que tendrá un muro amazacotado por derruir, el muro de Diego Godín y José María Giménez.